«De palabras y de acciones: la reforma política», por Espacio Progresista

Por: Espacio progresista    @ProgresistaMX

Hay quienes comparan nuestra democracia con un perro verde. «Es demasiado exótica», dice Denise Dresser. Un exotismo caracterizado por su falta de eficiencia y de representatividad. Un sistema político reducido al partidismo, una sociedad reducida a una clientela. Una democracia de partidos que desincentiva la participación ciudadana y la rendición de cuentas, y donde la ilegalidad y la impunidad parecen ser la regla. Y mientras la fuerza tripartidista continúa ofreciendo soluciones en extremo agregadas a través del Pacto por México, nos gustaría mencionar algunos aspectos clave que consideramos debería incluir la reforma política, de tal forma que esta sea un paso hacia el camino de una democracia liberal funcional y progresista.

En primer lugar, una parte esencial de la reforma política deberá ser la instrumentación de los mecanismos y figuras que le permitan al ciudadano romper el cerco partidista en la política. Las candidaturas independientes, la revocación de mandato, la iniciativa ciudadana, y las consultas populares son figuras de participación ciudadana –algunas ya contempladas en el texto constitucional- que requieren ser reglamentadas. Como algunos de ustedes sabrán, los plazos establecidos en los transitorios para expedir la legislación secundaria de estas figuras se han vencido. Pero, ¿qué pasa cuando nuestros legisladores violan la Constitución? Adivinaron: nada.

La reforma política deberá empoderar a los ciudadanos al otorgarles la capacidad de castigar a sus representantes cuando incurran en este tipo de irregularidades. Obligar a los mandatarios a rendir cuentas y resultados ante el prospecto de una nueva elección. En este sentido, la reelección consecutiva o inmediata de legisladores —federales y locales— y de alcaldes, es deseable. Al no permitirlo, una vez más México es caso ejemplar en la materia: la exótica democracia que no permite a sus ciudadanos premiar (o castigar) a sus representantes mediante la (no) reelección. Si bien es deseable continuidad (y por lo tanto profesionalización) de la labor legislativa, no lo es tanto tener senadores que permanezcan doce años en funciones con solo un ejercicio de rendición de cuentas a los seis años.

Con este argumento, se dice que la reelección favorecería que una élite oligárquica se mantuviera en el poder. Es importante promover la movilidad y por lo tanto la renovación de la vida política y de la clase política. Pero, si el argumento es “se van a quedar los mismos de siempre”, valdría la pena recordar lo que sucede actualmente. Diputado local, delegado, diputado federal, senador, miembro del gabinete… Pareciera que los (mismos) políticos están jugando a las sillas musicales, saltando de puesto en puesto, pensando más en su próximo mandato que en la necesidad de proveer resultados en el actual.

Por otro lado, quien preside este país fue electo con solo el 38 % de los votos. Si reducimos la democracia al juego donde la mayoría elige, en México, el 62 % de los votantes se tuvieron que someter a este resultado, voluntad de una minoría electoral. En un ejercicio democrático, más allá de uno electoral, la instrumentación de una segunda vuelta tiende a conceder más representatividad al ganador de una elección. Les ofrece a los ciudadanos una segunda oportunidad para expresar su preferencia en la contienda electoral y otorgar desde el día de la elección más legitimidad al candidato.

Pusimos un fin al sistema de partido dominante para caer en una dictadura multipartidista. Espacio Progresista se pronuncia a favor de la reelección y la instrumentación de una segunda vuelta para cualquier contienda electoral con el fin de mejorar la legitimidad de nuestros representantes, pero sobre todo, para (re)establecer una relación de confianza hacia la clase política mexicana.

Representatividad, transparencia, igualdad de oportunidades y rendición de cuentas, son elementos que deben estar en el corazón de una reforma política progresista.