Continúa la búsqueda del meteorito que eliminó a los dinosaurios

La península de Yucatán guarda en el lecho de su extremo noroeste, repartida entre la tierra y el mar, la cicatriz de uno de los acontecimientos más importantes de la historia del planeta. Aquí se estrelló, hace 65 millones y medio de años, un meteorito de entre 10 y 12 kilómetros de diámetro, que, convertido en una descomunal bola de fuego merced a su velocidad –20 kilómetros por segundo–, liberó una energía equivalente, según calculan los expertos, a la explosión de 10.000 veces todo el arsenal atómico del mundo hoy, cambió el clima de la Tierra durante al menos dos años y se cree fue responsable de la extinción fulminante del 75 por ciento de la vida planetaria, incluidos los dinosaurios.

Este cráter, llamado de Chicxulub como la población yucateca donde está enclavado en parte –del maya «Chac-xulub-chen», algo así como «el pozo del diablo»– tiene un diámetro aproximado de 200 kilómetros y se encuentra sepultado y protegido por una capa de rocas de alrededor de mil metros. A su mismo centro, en medio del mar, apunta la Expedición 364 del Programa Internacional de Descubrimiento Oceánico (IODP por sus siglas en inglés), que este miércoles comenzará la primera perforación subacuática de esta extraordinaria formación geológica.

Con la coordinación del Consorcio Europeo para la Perforación de Investigación Oceánica, una treintena de investigadores de varios países intentará desentrañar los secretos que todavía rodean al cráter, bajo la dirección de Sean Gulick, de la Universidad de Texas, Joanna Morgan, del Imperial College de Londres, y Jaime Urrutia, del Instituto de Geofísicas de la Universidad Nacional Autónoma de México. Entre ellos se encuentran, por cierto, tres paleontólogos españoles, de la Universidad de Zaragoza: Laia Alegret, Ignacio Arenillas y José Antonio Arz.

Es el profesor Jaime Urrutia quien detalla los principales objetivos de esta nueva exploración. Uno es analizar de qué y cómo está formada la parte central del cráter, conocida como anillo de picos. ¿De material procedente del fondo que en el impacto se levantó, quizá? «Esta estructura es muy común encontrarla en la Luna o en Marte, pero en la Tierra hay muy pocos cráteres que la tengan, y la que está mejor preservada es en Chicxulub», cuenta Urrutia. «Hay varias hipótesis sobre la formación de estos anillos pero hasta ahora no tenemos evidencia experimental».

Otro de los objetivos primordiales de la exploración es saber cómo se recuperó la vida después de un cataclismo que parecería descrito en el Apocalipsis: después del calor, la capa de gas tóxico que oscureció la Tierra durante al menos dos años, inhibiendo la entrada de la luz del Sol y con ello la fotosíntesis, lo cual desencadenó en muy poco tiempo la destrucción de casi toda vida. ¿La recuperación fue gradual, instantánea, afortunada solamente para ciertos grupos?