Nuevos elementos en la tabla periódica

Un mes antes de morir, Oliver Sacks confesaba en “My periodic table”, un artículo publicado en «The New York Times» en julio de 2015, que desde pequeño se sentía fascinado por la física, una rama de la ciencia en la que “no hay vida, pero tampoco muerte”. Cuando su tiempo estaba a punto de consumirse, el famoso neurólogo y escritor decía sentir alivio en el misterioso orden de los elementos químicos, a los que definía como “pequeños emblemas de eternidad”. No es solo que los componentes de una estrella pueden acabar siendo parte del cuerpo de una persona, sino que allá donde estén estos elementos químicos siempre conservan un orden, y tienen unas propiedades químicas concretas.

La comunidad científica amplió recientemente lo que se sabe acerca de este orden. El 30 de diciembre la Unión Internacional de Química Aplicada y Pura (IUPAC), un organismo formado por representantes de las sociedades nacionales de química de todo el mundo, anunció el descubrimiento de cuatro elementos químicos que completan la séptima fila de la tabla periódica.

«Como organización global encargada de aportar pericia científica y objetividad, así como de desarrollar las herramientas básicas para aplicar y comunicar el conocimiento químico en beneficio de la humanidad, la IUPAC se enorgullee de hacer este anuncio en relación con los elementos 113, 115, 117 y 118, y la terminación de la séptima fila de la tabla periódica de los elementos», dijo con solemnidad el presidente de la organización, Mark C. Cesa.

Después de años de trabajo en laboratorios de la más alta tecnología, en los que incluso se recurrió a aceleradores de partículas, la organización reconocía así el duro esfuerzo de varios equipos de investigadores de Japón, Alemania y Estados Unidos. Toda esta dedicación dio su fruto en forma de cuatro elementos que aún no tienen nombre y a los que se conoce como elementos 113, 115, 117 y 118, (en función de su número atómico, una magnitud que indica la cantidad de protones que hay en su núcleo).

Mientras los descubridores deciden qué nombre ponerle y tratan de estudiar sus propiedades, estas investigaciones podrían permitir entender un poco mejor cómo funciona el interior de los átomos, y esto podría tener una infinidad de aplicaciones. Además, facilitarán que más adelante se produzcan nuevos elementos más pesados, con un mayor número de protones en los núcleos, como el 119 o el 120.