A más de 60 metros de profundidad, un cráneo ha permanecido inmóvil durante cientos de años en esta puerta al inframundo maya. Hace alrededor de mil años, un probable individuo foráneo de la región fue parte de la ofrenda que los antiguos habitantes de Chichén Itzá depositaron a Chaac, para que pusiera fin a la cruda sequía que azotó la zona; el personaje, quizá sólo su cabeza o su osamenta, fue depositado en una plataforma lateral del cenote Holtún —alineado a dos kilómetros y medio al poniente con El Castillo— cuando el nivel del agua disminuyó dramáticamente.
El cráneo tiene una lesión en el área occipital, quizá fue la causa de su muerte, y está depositado con su parte frontal entre las rocas de la caverna. Los rigurosos cuidados de arqueólogos subacuáticos expertos aún ven improbable la extracción de este tipo de piezas a la superficie y, como muchas cosas en esta actividad científica, lo mejor es mantenerlas en su lugar (in situ) para obtener la mayor información posible.
Además, al igual que una vasija, algún otro hueso o un fragmento de jade, su preservación es la prioridad, y si es necesario mantener el objeto en su lugar algunos años más en la cueva sumergida, que así sea. Y sin embargo, ayer manipulé el cráneo de Holtún, así como muchas otras personas, algunos estudiantes, sin el mayor apuro.
Lo cierto es que no fue la pieza original, sino una copia exacta obtenida mediante impresión 3D, que permite ver a detalle, por ejemplo, la lesión occipital.
Así como este cráneo, otras piezas más pueden ser escaneadas para su impresión y manipulación fuera de las cavernas, ya sea por estudiantes, investigadores o arqueólogos. Este recurso es parte del complemento perfecto que requerían expertos como Guillermo de Anda para sus investigaciones.
El arqueólogo subacuático y explorador de National Geographic ha realizado vitales descubrimientos sobre el mundo maya y sus cenotes; identificó cómo El Castillo se alinea con cuatro cenotes en sus cuatro puntos cardinales y cómo se conectan arqueoastronómicamente a través del reflejo vertical perfecto de la luz solar en su cenit, durante los equinoccios de marzo y septiembre.
Además de los descubrimientos y exploraciones en los cenotes, el mexicano con sus colegas del Instituto Nacional de Antropología e Historia, así como de otras instituciones y bajo el auspicio del Aspen Institute, UNAM, la Universidad Tecnológica de la Riviera Maya y National Geographic, desarrollan un nuevo trabajo enmarcado dentro del proyecto del Gran Acuífero Maya. Consiste en la digitalización completa del interior de los cenotes de relevancia arqueológica, así como de piezas y artefactos de origen humano. Para ello, los especialistas llevan a cabo un escaneo empleando imágenes fotográficas de las mismas cuevas.