A los personajes de “La Familia Burrón”, la historieta mexicana creada en 1948 por Gabriel Vargas, está dedicada la ofrenda central del Día de Muertos en el Museo Nacional de Culturas Populares, en el barrio de Coyoacán.
La celebración de esta fiesta, considerada Patrimonio Cultural Inmaterial por la UNESCO, se puso ya marcha en el recinto situado en el sur de esta capital, con decenas de calaveras en formato mediato y grande, elaboradas en cartón, las cuales habitan los distintos puntos de inmortal vecindad, recreada para la ocasión.
A lo largo y ancho del museo se pueden apreciar estos personajes de la cultura popular mexicana, con un toque muy simbólico de la muerte, deambulando en pequeñas ofrendas adornadas con pétalos de flor cempasúchil esparcidos en el piso de pequeñas tarimas, las cuales esta rodeadas por la misma flor.
Pan de muerto, veladoras, cirios, plátanos, tejocotes, naranjas, cañas, son algunos de los elementos que adornan y acompañan a los célebres personajes, muchos de los cuales aparecen bailando, tocando algún instrumento musical, otros más ataviados al estilo del Porfiriato, con sombrero de copa y bastón.
Otros personajes con sombrero de charro y “panzones” aparecen montando animales surrealistas; otros al lado de sus mascotas como perros; pero no todo es Familia Burrón, en dicha vecindad conviven con otros personajes como brujas en forma de calavera y volando en su escoba, y hasta el mismísimo chamuco se hace presente.
Hay calaveras de cartón con características de chofer, acompañadas por una pequeña replica de un auto de los años 30, y otros más se exhiben hasta en un sarcófago abierto, donde la llamada flor de muerto predomina junto con calabazas, tamales y tarritos de barro. La mega-ofrenda-exposición forma parte de las actividades que ese espacio museístico preparó en homenaje al caricaturista Gabriel Vargas, en el centenario de su nacimiento, acompañado por una exposición que muestra documentos inéditos, dibujos originales y una maqueta gigante con los personajes que creó a lo largo de más de 70 años de trabajo.
Al llamado “Padre de la historieta mexicana” también se le recuerda en este museo en una pequeña ofrenda en la cual se presenta una fotografía del monero sentado en la banca de algún parque y de perfil.
Al pie se exhiben, en una pequeña tarima adornada con papel picado y flor de cempasúchil, calaveras de azúcar y amaranto, pan de muerto, veladoras y dos cirios grandes.
En ese mismo recinto cultural se presentan una serie de altares de Angahuan, Michoacán; Celaya, Guanajuato; Tavehua, Oaxaca; Huasteca veracruzana; Tabasco (de la zona de la Chontalpa); Huaquechula, Puebla; y de Tláhuac, Distrito Federal.
Todos ellos, con el sello distintivo de cada región, con gran colorido y una mezcla de olores y sabores propios.
Se trata de una celebración que plasma una particular concepción de la muerte, dando por resultado un mosaico de imágenes, conceptos y gráfica.
El Día de Muertos es una celebración que honra a los difuntos el 2 de noviembre, aunque comienza desde el 1 de noviembre y coincide con las celebraciones católicas del Día de los Fieles Difuntos y Todos los Santos.
Es una festividad mexicana y centroamericana que se celebra también en muchas comunidades de Estados Unidos, donde existe una gran población latina, e incluso en Brasil, donde se le conoce como Día dos Finados.
Los orígenes de la celebración del Día de Muertos en México, detalla el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), son anteriores a la llegada de los españoles. Hay registro de celebraciones en las etnias mexica, maya, purépecha, nahua y totonaca.
Los rituales que celebran la vida de los ancestros se realizan en estas civilizaciones por lo menos desde hace tres mil años.
En la era prehispánica era común la práctica de conservar los cráneos como trofeos y mostrarlos durante los rituales que simbolizaban la muerte y el renacimiento.
El festival, que después se convertiría en el Día de Muertos, era conmemorado el noveno mes del calendario solar mexica, cerca del inicio de agosto y duraba un mes completo.