“A mi querido Eduardo, y cuando digo mío, sé que también es nuestro”, comenzó su discurso, la viuda de Eduardo Galeano (1940 – 2015), Elena Villagra, durante la ceremonia en la que el rector de la Universidad de Guadalajara, Tonatiuh Bravo Padilla, le entregó el título “doctor honoris causa post mortem”, que Eduardo Galeano aceptaría en vida, antes del 13 de abril de este año, cuando falleció.
Durante la ceremonia, asistida por miembros de la comunidad del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades, lectores de Galeano y autoridades en el presidium entre quienes se encontraba el embajador de Uruguay. Se realizaron varias semblanzas de la vida de Galeano, en la que se destacaron sus ideologías y sus grandes obras, como Las Venas Abiertas de América Latina, donde se dijo, en voz del rector del CUCSH, Héctor Raúl Solis Gadea que el escritor uruguayo había contado “la historia de todo el siglo XX: los desgarramientos, pasiones y utopías de toda una generación. El espíritu de su época se posó en él”;y luego, cuando llegó el turno de la viuda, después de recitar el poema Un hombre del pueblo de Neguáy de agradecer a las autoridades que le otorgaron el premio, Villagra contó una historia.
El 13 de abril, cuando Galeano partió mientras se preparaban para la sencilla ceremonia que Galeano pidió, en la que sus cenizas se mezclarían con el Río de Plata, Elena leyó una noticia de que Ayotzinapa llegaba a Montevideo, en una marcha para finales de mayo en la capital uruguaya hacia la embajada mexicana.
“Claro que hubiéramos ido los dos después de la angustia que vivimos juntos debido a ese 26 de septiembre. Allí estuve, con mi banderita negra, porque en el negro se unen todos los colores y habla el silencio. En esa marcha al mediodía llegamos a la embajada de México, vallada, rodeada de policías que la custodiaban y me pregunté, ¿de quién se defienden, de las mamás y los papás que vinieron? ¿de los que queríamos solidarizarnos con su dolor y con su lucha?, y en esa frontera del absurdo hacia el final del acto, una muchacha con paliacate y acento mexicano recitó Los nadie, por pura casualidad yo estaba pegadita a ella, anónima en el marco de ese silencio y nos recordó a todos el sentido de todo”.
Por ello, por esa sensibilidad expresada en las palabras, primero de Galeano, y ahora, traducidas en la voz de su viuda, el doctorado honoris causa que entregó la Universidad de Guadalajara por trayectoria como escritor y periodista, así como por sus aportes a la comprensión de la realidad latinoamericana en el contexto histórico, económico, político y social, tuvo una dedicatoria especial:
“Señor rector, integrantes de la comunidad de la Universidad de Guadalajara, amigos: con el dolor de su ausencia que lo trae con amor hacia el presente. Con el orgullo de haberlo elegido como mi compañero de vida en nuestros andares 40 años juntos, con Eduardo, siempre coherente en lo que sentía, vivía, pensaba y escribía, por su permanente voluntad de belleza y de justicia, y para juntar los fueguinos como la historia del hombre de Meguá enciendan como siempre Eduardo lo hubiera querido, dedico en su nombre, este doctorado honoris causa otorgado por la Universidad de Guadalajara, a la lucha de esos nadies doctorados en Ayotzinapa, los queridos 43 que le han enseñado al mundo que los músculos de la conciencia son antídotos contra el espanto y que en estos tiempos donde no abunda la solidaridad, hay muchos corazones decentes que laten juntos”.