¿Puede ser que una cana al aire sea fruto de la mala memoria? Parece una justificación muy poco creíble, pero quizás tenga algo de verdad. Al menos sí entre los ratones de campo. Un estudio publicado en la revista Science confirma que los machos de estos roedores que deambulan buscando nuevas compañeras tienen menos memoria espacial que los machos fieles. Estos últimos recuerdan mejor las ubicaciones de los enfrentamientos con otros contrincantes y, como el gato escaldado, huyen de esos lugares y permanecen más cerca de su hogar.
Los investigadores de la Universidad de Texas en Austin y la de Cornell en Ithaca (Nueva York) sugieren que la promiscuidad que exhiben algunos de estos topillos podría estar relacionada con la expresión genética hereditaria. Estos animales, que habitan en América del Norte, suelen ser, por lo general, monógamos, y acostumbran a conformar parejas y criar a sus pequeños juntos.
Pero, igual que en las relaciones humanas, a veces ocurren «engaños». Algunos machos se aventuran fuera del área de su hogar y se encuentran frente a un cambio interesante: si bien tienen más posibilidades de aparearse con otra hembra y potencialmente transmitir sus genes, también se enfrentan con un mayor riesgo de encontrarse con machos agresivos que defienden a sus compañeras.
Para explorar los efectos de la promiscuidad a nivel genético, los científicos examinaron en profundidad la expresión de avpr1a, un gen que predice la fidelidad sexual en los machos de los topillos y que se sabe que tiene un papel clave en el circuito de la memoria espacial.
Un menor nivel de expresión del receptor V1aR en ciertas regiones del cerebro se asocia con una mala memoria de las ubicaciones donde se han producido interacciones agresivas con otros machos, lo que podría provocar que los roedores deambulen sin temor y que, en sus aventuras, tengan contacto con otras hembras. Por el contrario, una abundancia de V1aR está relacionada con una mejor memoria espacial de encuentros pasados y con un menor vagabundeo. En este caso, los machos ya saben lo que les espera si se dedican a flirtear y, como buenos chicos, prefieren quedarse en casa.