A principios del Siglo XX, numerosas fábricas en Estados Unidos desviaron su línea de producción habitual para elaborar armas. Tras la II Guerra Mundial llegó a México parte de esa maquinaria y aquí se le empleó para troquelar una línea de utensilios de cocina.
José Ramón Elizondo, empresario y propietario de esa maquinaria ahora vieja, oxidada y en desuso, pensó que Rojo podría hacer algo con esas moles de varias toneladas de peso. El artista plástico aceptó la invitación y como había que pagarle a Rojo el somero trabajo que haría (pintar ciertas partes de las máquinas) Elizondo invirtió 10 millones de pesos.
A pesar de estar incrustada en una unidad deportiva abierta a toda la población, a la que anualmente asisten cuatro millones de capitalinos y visitantes de otras entidades del país, La Fábrica, dijo Vázquez Martín, “busca promover la apropiación del espacio público por parte de los vecinos y visitantes, y garantizar el acceso equitativo a la cultura”.
El proyecto fue evaluado por el Comité de Monumentos y Obras Artísticas en Espacios Públicos (Comaep), órgano de coordinación del gobierno capitalino en materia de monumentos históricos o artísticos, pinturas murales, esculturas y cualquier obra artística a incorporarse, reubicarse o removerse de manera permanente en la ciudad de México.
La Fábrica es un espacio escultórico que reúne 18 máquinas troqueladoras intervenidas por Rojo. El proyecto cuenta con un basamento para cada una de las máquinas. Según el empresario, el artista y el responsable de la política cultural capitalina, las máquinas que se exhiben cuentan con un valor histórico y ahora están pintadas en algunas de sus partes.
En 2014 se inició el proceso para transformar esas máquinas en piezas escultóricas por parte de Vicente Rojo, quien participó en la apertura de este espacio ubicado en la parte norte de la Magdalena Mixhuca, a un costado del Estadio Jesús Martínez Palillo, en el marco de la primera etapa de remodelación de la Ciudad Deportiva, se informó en el acto.
Esa acción, dijo Vázquez Martín, busca regresar a su vocación deportiva, además de transformarlo en un lugar de recreación para la población de la capital, donde la cultura tendrá un lugar preponderante y para ello se llamó a Vicente Rojo, quien nació en 1932, en Barcelona, España, de donde salió para venir en 1949 a México, donde ha hecho su carrera.