La propuesta de Kengo Kuma, en el que destaca el uso de la madera y una fachada formada por terrazas escalonadas de plantas y árboles, se impuso al otro diseño finalista, obra del también japonés Toyo Ito.
El Consejo de Deportes de Japón (JSC), propietario del estadio, anunció el pasado 14 de diciembre que dos proyectos -denominados simplemente «A» y «B» para no revelar el nombre de los arquitectos- quedaban como finalistas para la construcción del nuevo recinto, que reemplazará al levantado para los JJOO de 1964.
El Gobierno nipón y el comité organizador de Tokio decidió llevar a cabo un nuevo proceso de selección del diseño para el estadio tras desechar el pasado julio el proyecto original, obra la arquitecta Zaha Hadid, después de que la estimación de su costo casi duplicara el presupuesto inicialmente previsto.
El nuevo estadio, que cuenta con un aforo de unos 60,000 asientos y que se prevé que esté terminado para el 30 de noviembre de 2019, tiene un presupuesto de 149,000 millones de yenes (1,125 millones de euros), casi la mitad del diseñado por Hadid.
Kuma, de 61 años, explicó que lo más difícil era encontrar el equilibrio entre el respeto al entorno (el nuevo estadio se encuentra en una zona muy verde de Tokio) y el presupuesto.
«Tradicionalmente en Japón se construían grandes edificios de madera. Aunque sea a mucho mayor escala, quiero mostrar al mundo que podemos aplicar nuestra técnica tradicional para este tipo de construcciones», aseguró el arquitecto, cuyo estudio en la capital nipona cuenta con más 150 empleados.
Además de la madera y la vegetación, el diseño de Kuma destaca por su moderada altura, poco más de 49 metros, cinco menos que el del proyecto de Toyo Ito.
Una de las principales críticas al espectacular estadio olímpico diseñado por la angloiraquí Zaha Hadid fue precisamente su faraónica escala, que resultaba muy agresiva para la céntrica aunque residencial zona, rodeada de parques y un importante templo.
Ito, ganador del premio de arquitectura Pritzker en 2013, propuso un recinto que se asemejaba a un «cuenco de porcelana» sostenido por grandes columnas de madera y cuyo exterior contaba con un llamativo techo realizado en blanco y azul.
El primer ministro nipón, Shinzo Abe, calificó el proyecto ganador como una «propuesta maravillosa» y dijo que espera que el nuevo estadio «deje un legado orgulloso para las próximas generaciones».