El Museo Franz Mayer presenta “La casa irraciona”l, exposición que muestra una de las facetas más destacadas del reconocido artista plástico.
Cuando en la década de los 60 Pedro Friedeberg diseñó su primera Silla-mano, labrada en caoba, no la pensó como mobiliario. El carpintero José González, quien había trabajado también las esculturas de madera de Mathias Goeritz, fabricó la obra a partir de una maqueta de plastilina. La pieza, concebida como escultura, se convirtió en un éxito y todo mundo quiso tener una.
Friedeberg había comenzado con el diseño de muebles casi como si de un juego se tratara. Sus primeras piezas fueron dos mesas que hizo en 1961 para la célebre exposición de antiarte que organizó el grupo Los Hartos en la Galería Antonio Souza. Con el apelativo de harquitecto, sus mesas parecían salir corriendo y llevaban por título La mesa inútil o antifuncional; antes que proponer una solución, su diseño planteaba una postura artística.
Los diseños de Friedeberg “tienen funcionalidad porque no son inútiles, pero la funcionalidad no es su objetivo; su razón es la existencia del arte por el arte”, dice Alejandro Sordo, quien se ha encargado de la curaduría —junto con Karina Ruiz Ojeda— de La casa irracional. Pedro Friedeberg, arte y diseño, que se inaugura hoy en el Museo Franz Mayer con motivo del 30 aniversario del recinto.
Se trata de una revisión inédita. Por primera vez, la obra del artista plástico famoso por sus sillas en forma de mano y sus cuadros llenos de detalles y perspectivas, es estudiada exclusivamente desde el punto de vista del diseño, con el fin de esclarecer “al público, y en general a los coleccionistas”, el doble valor de la obra: “queremos justamente dilucidar esas fronteras, si es que existen, entre la obra de arte y el diseño. Una buena parte del cuerpo de obra de Pedro son obras de diseño, que en realidad son obras de arte”.
La muestra ha tardado dos años en quedar lista. Los curadores consultaron el archivo personal del artista, así como decenas de colecciones particulares. El recorrido incluye más de 230 piezas que han quedado divididas en dos grandes secciones: por un lado se revisan los elementos y materias que han interesado a Friedeberg en toda su obra.
Están ahí su Silla-mano y su Silla-mariposa, la mesa de Los Hartos, una revisión de su antiarquitectura (que se oponía a las corrientes funcionalistas), algunos de sus primeros dibujos y bocetos, y un recorrido más teórico por los elementos que siempre están presentes: la seriación y repetición, las literaturas o fragmentos literarios que conforman espacios, la geometría sagrada y las perspectivas como elemento constante en su obra.
Para la segunda parte se han armado tres ambientaciones que permitirán al espectador ocupar los espacios que el artista ha concebido. Un espacio incluye la recreación de las casas que ha habitado Friedeberg: ya sea en la calle Mérida, Tapachula, Liverpool o en Paseo de la Reforma, en la Ciudad de México; o en Cuernavaca o en San Miguel de Allende, todas sus casas han lucido siempre atiborradas de objetos que va coleccionando y que crean un universo casi fantástico.
Otra de las recreaciones, Una sesión de lepidóptero, incluye 90 por ciento del mobiliario original que el artista diseñó a finales de los 70 para la Suite Mariposa de la Villa Arabesque, construida en Acapulco, para los barones de Portanova; y la última de las ambientaciones permitirá a los visitantes introducirse en una de las obras de Friedeberg “con sus perspectivas clásicas y elementos de diseño realizados del 2000 en adelante”.