Un grupo de científicos del Instituto Tecnológico de Tuxtepec (Ittux) investiga las propiedades funcionales de las semillas de la calabaza para atacar enfermedades degenerativas.
La semilla de la calabaza presenta niveles altos de aceite que aún no se explotan, pues la semilla es consumida de manera regular como botana sin aprovechar sus componentes bioactivos, indicó la encargada del proyecto, Cecilia Martínez Sánchez.
“Dentro de la composición de la semilla de calabaza se hallan cantidades importantes de ácidos grasos esenciales, como son el ácido linoleico y el ácido oleico, este último es utilizado industrialmente para producir aceites comerciales como el de maíz o girasol”, explicó la investigadora.
El aceite se obtiene mediante el proceso de ultrasonido, el cual coloca la muestra del material vegetal y lo expone a ondas que rompen la pared celular para liberar los compuestos presentes en la matriz de la muestra (ácidos grasos), detalló la científica.
En una entrevista con la Agencia Informativa del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), Martínez Sánchez expuso que la investigación también realiza estudios de laboratorio sobre los compuestos fenólicos con capacidad antioxidante, y así determinar si son afectados durante el proceso de extracción.
El efecto antioxidante de los compuestos bioactivos de las semillas de la calabaza retarda el envejecimiento celular, lo que reduce el riesgo de padecer distintas enfermedades degenerativas, agregó la científica.
Tras el proceso de extracción se obtiene una harina que se puede usar en la repostería como una alternativa de las harinas tradicionales, como el trigo, el maíz, la soya; además se pueden fabricar pastas, resaltó Martínez Sánchez.
“Por el momento continuamos con el análisis de los compuestos fenólicos y su capacidad antioxidante, asimismo estudiando las propiedades térmicas, de fusión y la temperatura de cristalización”, mencionó.
“Referente a la extracción de aceite, presenta altos contenidos en ácidos linoleico y oleico, por lo que se considera un sustituto prometedor para los aceites de girasol, algodón, ajonjolí o soya utilizados en la dieta mexicana», agregó la científica.