La ciudad ultima su futuro templo para el estudio de la historia del arte y del patrimonio en la sede de su Biblioteca Nacional (BnF) de la calle Richelieu, donde ayer se presentó la rehabilitación en curso, que de momento liberó entre otros espacios la histórica sala de lectura Labrouste.
Construida en 1868 por Henri Labrouste, esta monumental estancia de exquisita arquitectura reabrió sus puertas a mediados del pasado diciembre, tras su total restauración, y acoge a partir de ahora los fondos de la Biblioteca del Instituto Nacional de Historia del Arte (Inha).
“La idea de constituir un gran instituto de historia del arte en París dotado con una gran biblioteca data de finales de los años setenta”, pero faltaba el lugar adecuado para ello, explicó la directora de la biblioteca del Inha, Anne-Elisabeth Buxtorf.
Creado en 2001, el instituto es la más joven de las tres instituciones con sede ya desde hace varios años en Richelieu, donde el público dispondrá de cinco salas de lectura para consultar 22 millones de documentos.
De ellos, 20 millones proceden de la BnF; 1.7 del Inha y 150 mil de la Biblioteca de la Escuela Nacional de Chartes (ENC), establecimiento puntero en investigación histórica y conservación del patrimonio, procedente de la Universidad de la Sorbona.
La reunión de estos tres fondos en un mismo sitio ha sido posible gracias a la apertura en 1996 en otra zona de París de la BnF François-Mitterrand, bautizada con el nombre del presidente socialista, su principal promotor, y donde se consultan ahora gran parte de los fondos que antes estaban en Richelieu.
El proyecto del que se presentó hoy el final de su primera etapa está previsto que concluya en 2020, con la reapertura de otros de sus espacios famosos, como la Sala Oval, el Museo de las Monedas, Medallas y Antigüedades y las galerías Mansart y Mazarine.
Su reapertura permitirá a la BnF —que mantiene en Richelieu sus colecciones especializadas— reanudar sus exposiciones temporales y dará a París un nuevo museo donde mostrar sus tesoros.