Los colores no existen, son meras conclusiones que construye el cerebro al interpretar la calidad de la luz que llega hasta los ojos. Las células receptoras de la retina se excitan e informan al cerebro de qué longitud de onda tiene la luz. Este interpreta la información y crea una percepción de color. Por eso, cada persona en realidad inventa su propio mundo de colores.
Hay colores entre los que las fronteras no están muy marcadas. Por ejemplo: ¿cuándo un color deja de ser naranja y pasa a ser rojo? ¿O cuándo un azul se convierte en un verde? Desde hace años, los investigadores han tratado de averiguar si esta distinción se aprende o está grabada en los genes. En un estudio publicado recientemente en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), los investigadores han descubierto que los bebés ya son capaces de distinguir entre rojo, amarillo, verde, azul y morado, lo que sugiere que algunas de estas distinciones son innatas.
«Creo que esto es realmente emocionante», ha dicho en Sciencemag.org Michael Webster, psicólogo de la Universidad de Nevada en Reno (Estados Unidos), que no ha estado implicado el estudio. «No va a cambiar inmediatamente las ideas de la gente. Pero es otra pieza del puzzle, y es una pieza muy interesante».
Evidentemente, los bebés no contestan a las preguntas de los investigadores sobre los colores, pero el tiempo que pasan mirando en una dirección concreta puede dar algo de información. Según los científicos, los pequeños se pasan más tiempo mirando en una misma dirección cuando algo les sorprende y no les resulta familiar. Por eso, el tiempo sugiere si un color les resulta familiar o nuevo.
Usando este truco, investigadores de la Universidad de Sussex (Reino Unido), dirigidos por Anna Franklin, le mostraron a un total de 179 bebés de cuatro a seis meses 14 colecciones de colores. Cada vez, les mostraron un color distinto y midieron cuánto tiempo permanecía el bebé mirándolo. Si se fijaban en un color durante más tiempo que el anterior, concluían que el cerebro de los bebés interpretaba que estaban ante uno diferente.
Distinción innata
Así, los investigadores descubrieron que los bebés distinguían entre cinco categorías de colores: el rojo, el amarillo, el verde, el azul y el morado. Dado que los bebés de cuatro a seis meses no han aprendido aún conceptos o palabras, los autores han concluido en el estudio que esta división de colores es innata.
Su origen puede estar en dos redes neurales que envían señales desde la retina. Una se activa cuando la longitud de onda de los estímulos va del color cereza al celeste, y la otra va del violeta al verde amarillento, prácticamente encajando con las distinciones reconocidas por los bebés, tal como ha explicado Franklin. Sin embargo, esto no explica por qué distinguen entre rojo y amarillo. Esto aún quedará en el misterio.
«En conjunto, esto sugiere que la forma que tenemos de dividir los colores no es arbitraria, sino que hay reglas universales y derivadas de la biología», ha dicho Franklin. También ha recordado que la mayoría de las culturas separan los colores prácticamente del mismo modo, según los resultados recogidos por el «World Color Survey»: «Todos trabajamos con la misma plantilla».
Tal como ha sugerido Webster, ser sensible a las categorías de color pudo haber sido crucial para la superviviencia de nuestros ancestros. Sin embargo, otros autores han explicado que los resultados obtenidos por Franklin no pueden generalizarse a otras culturas porque solo han sido realizados en bebés de padres británicos. En todo caso, parece que el puzzle de la visión humana tiene una nueva pieza.