Desde el pasado viernes se puede ver, prácticamente en todo el mundo, la película” War Machine”, que produce Plan B —la empresa de Brad Pitt, quien es también el protagonista—, con Jeremy Kleiner y Dede Gardner, entre otros, junto con Netflix, la empresa estadunidense de streaming que probablemente en estos momentos ya sobrepasa los 100 millones de suscriptores en 190 países.
Está basada en el libro The Operators-Los Operadores, de Michael Hastings, quien muriera a los 33 años en un accidente automovilístico y cuya vida merece su propia película. El libro registra una serie de entrevistas que Michael Hastings hiciera al general Stanley McChrystal, que había sido asignado a Afganistán en una guerra absurda, si es que hay alguna que no lo sea, durante el gobierno de Obama, en 2009.
War Machine está dirigida por David Michôd (Animal Kingdom), que hace también la adaptación cinematográfica.
El argumento gira en torno al general Glen McMahon, un personaje ficticio inspirado en McChrystal. Inclinado hacia la tragicomedia, el relato es sobre toda una punzante crítica al ánimo belicoso e imperialista de Estados Unidos y, además, exuda testosterona. El recurso de la voz en off narra la llegada de McMahon a Afganistán con su más cercano grupo de colaboradores.
McMahon es un personaje de luces y sombras: un estricto sentido del deber, inflexible mentalidad militar, ingenuo, metódico y rutinario, es un muy querido y respetado líder, con una larga carrera de éxitos, aunque posee una corta inteligencia, sueña con su momento de gloria para pasar a la historia, convencido de que la violenta presencia de “América” es lo que hará felices a los afganos, que lo único que quieren es que los estadunidenses se larguen de su país. Brad Pitt se despega de su glamour con un cabello encanecido, una voz impostada y un rebuscado lenguaje corporal y facial, para dar vida a McMahon pero, aunque se entiende que es una parodia, por momentos se le percibe sobreactuado.
Para su promoción, David Michôd y Jeremy Kleiner sostuvieron un encuentro con algunos medios nacionales e iberoamericanos que, después de ver la película, pudimos platicar largamente con ellos.
Aunque admitieron que War Machine es una película para verse en la gran pantalla, consideraron, desde el principio, que Netflix era la plataforma ideal para su divulgación, porque todavía prevalece en ese medio un factor invaluable: la libertad creativa.
Se habló del cambio radical en los hábitos de consumo de entretenimiento por parte del público y a la luz de la polémica reciente en Cannes, donde Netflix encontró fuertes detractores, se antoja que la empresa de streaming dará una batalla sin cuartel.
La película habla fuerte de las ambiciones colonialistas de los gringos, su apuesta por la contrainsurgencia en Afganistán, no deja bien parados a los altos mandos del Ejército ni a las autoridades civiles, y lo que empieza como una sátira que hace reír, se va convirtiendo en la tragedia de un hombre patético.
Muy buenos momentos en War Machine son la presencia de Ben Kingsley como el cínico presidente de Afganistán, la arenga que hace la gran Tilda Swinton como una periodista alemana que deja al pobre McMahon sin saber ni qué contestar, y Meg Tilly espléndida como la relegada esposa de McMahon, comprensiva, dulce, discreta, pero con un gran resentimiento.
El score refuerza el humor negro: Hatari!, de Henry Mancini; la Danza de los Caballeros, de Prokofiev, y el Réquiem, de Mozart, son algunas selecciones que brillan como fondo en escenas cruciales.
En México no se verá en cines, pero en Estados Unidos tendrá presencia en algunas salas, lo que le permitirá contender por los premios más importantes de la próxima temporada.