A los mayores de la residencia Shintomi, en Tokio, no los levanta cada mañana un despertador, sino Sota, un pequeño robot azul y blanco de brillantes y ojazos negros, que preside sus mesillas de noche junto a sus pastillas. Además de darles los buenos días y recordarles las horas de su medicación, este «muñeco», de treinta centímetros, dispone de una cámara con rayos infrarrojos para detectar si los ancianos se caen de la cama, lo que haría saltar una alarma en los móviles de los cuidadores. Desarrollado por Intellivoice, cuesta 300.000 yenes (2.300 euros) y es capaz de entablar una conversación sencilla con los mayores, para que no se sientan solos.
En Japón, el país de la alta tecnología, ya están aplicando la robótica al cuidado de ancianos, lo que supone una revolución para una sociedad envejecida que, junto con España, Suiza y Australia, disfruta de la esperanza de vida más alta del mundo: 86 años para las mujeres y 80 para los hombres. De sus 127 millones de habitantes, el 27 por ciento tiene más de 65 años. Entre ellos hay 65.000 centenarios, la cifra más alta del planeta, y un serio reto que, al aumentar cada año, obliga a buscar soluciones imaginativas para el futuro.
Con un fuerte apoyo económico del Gobierno, que la utiliza como banco de pruebas, la residencia Shintomi es pionera en la utilización no solo de robots, sino también de los más sofisticados adelantos para atender a sus mayores. Además de estar acompañados por Sota, un sensor bajo el colchón de sus camas recoge las constantes vitales de los ancianos por si sufren algún problema durante la noche, así como las veces que se despiertan para contar sus horas de sueño y evaluar su descanso. Junto al botón de emergencia que pueden llevar colgado al cuello, otro panel sobre sus cabezas vigila los movimientos en la cama y avisa a los cuidadores si detecta que corren riesgo de caerse.
Cuando se despiertan, los mayores con más dificultades para moverse son levantados por Popo, una grúa de un metro con asideros laterales y ruedas que, con un arnés a la cintura, también les ayuda a caminar, manteniendo la estabilidad. Los casos más extremos de movilidad reducida duermen en una cama Reysone de Panasonic, cuyo colchón se divide por la mitad para que una parte sea retirada con la persona encima. Con diversas posiciones, se convierte en un cómodo sillón donde el anciano puede pasar el resto del día.