Los agujeros negros no dejan de causar extrañeza, incluso a los astrónomos. Acaban de detectar la señal de una antiquísima colisión violenta de dos de ellos que creó uno nuevo de tamaño jamás visto.
“Es la explosión más violenta desde el Big Bang que haya observado la humanidad”, señaló Alan Weinstein, del Instituto Tecnológico de California y miembro del equipo que efectuó el descubrimiento.
Demoró 7 mil millones de años en revelarse a la ciencia: un agujero negro masivo de un nuevo tipo, fruto de la fusión de dos agujeros negros, fue observado directamente por primera vez gracias a las ondas gravitacionales, anunciaron ayer dos estudios.
Este hallazgo constituye la primera prueba directa de la existencia de agujeros negros de masa intermedia (entre 100 y 100 mil veces más masivos que el Sol) y podría explicar uno de los enigmas de la cosmología, esto es, la formación de estos objetos supermasivos presentes en varias galaxias, incluida la Vía Láctea.
“¡Es una puerta que se abre sobre un nuevo paisaje cósmico!”, se felicitó en rueda de prensa Stavros Katsanevas, director de Virgo, uno de los dos detectores de ondas gravitacionales que captaron las señales de este nuevo agujero negro.
Se trata de regiones del espacio tan densas que ni siquiera dejan escapar la luz. Los observados hasta ahora eran de dos tamaños en general. Unos son “pequeños”, llamados agujeros negros estelares, formados cuando se colapsa una estrella y su tamaño es alrededor del de una ciudad pequeña. Los otros son los supermasivos, millones o miles de millones de veces más masivos que el Sol, en torno de los cuales giran galaxias enteras.
Según estimaciones de los astrónomos, no tenía sentido que los hubiera de dimensiones intermedias porque las estrellas que crecían demasiado antes de colapsar se consumen sin dejar agujeros negros.
Según los científicos, el colapso de una estrella no podía crear un agujero negro estelar mucho mayor que 70 veces la masa de nuestro Sol, explicó Nelson Christensen, del Centro Nacional de Investigación Científica de Francia.
Sin embargo, en mayo de 2019 dos detectores captaron una señal que resultó ser la energía de dos agujeros negros estelares –cada uno de ellos demasiado grande para ser un estelar– que chocaban entre sí. Uno tenía 66 veces la masa de nuestro Sol y el otro 85 veces.
Resultado de ello fue el primer agujero negro intermedio que se haya descubierto con 142 veces la masa del Sol.
En la colisión se perdió una enorme cantidad de energía bajo la forma de una onda gravitatoria, que viaja por el espacio a la velocidad de la luz. Esa es la onda que captaron el año pasado los físicos en Estados Unidos y Europa por medio de detectores llamados LIGO y Virgo. Tras descifrar la señal y verificar el trabajo, los científicos publicaron los resultados este miércoles en las revistas Physical Review Letters y Astrophysical Journal Letters.
Debido a que los detectores permiten captar las ondas gravitatorias como señales de audio, los científicos pudieron escuchar la colisión, que por ser tan violenta y dramática, duró apenas una décima de segundo.
“Suena como un golpe sordo, no como gran cosa en un parlante”, concluyó Weinstein.
Con información de La Jornada