Al salir del planeta para iniciar su tarea en el espacio exterior, los satélites no se extravían porque se mantienen en la órbita donde los coloca el cohete portador, pero dentro de ella se mueven libremente y rotan en todas direcciones.
Para orientar y controlar los satélites desde la Tierra o para que efectúen esta tarea de manera autónoma, Jorge Prado Molina, investigador del Laboratorio de Análisis Geoespacial del Instituto de Geografía (IG) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), ha diseñado una serie de dispositivos y algoritmos con su grupo de colaboradores.
Se trata de prototipos originales de simuladores que imitan, en laboratorio, el ambiente sin fricción característico del espacio exterior, sensores que determinan la orientación del satélite, actuadores que cambian su posición, así como controladores que envían y reciben información entre el artefacto en el espacio y una estación terrena.
Involucrado desde 1985 en el desarrollo de equipos aeroespaciales e integrante del extinto Programa Universitario de Investigación y Desarrollo Espacial de la UNAM, Prado Molina es persistente en su lucha por lograr que tecnologías hechas en México salgan de la Tierra y se utilicen en beneficio de la nación.
“No lo hemos logrado, pero seguimos en el intento de llegar con tecnología propia. Espero que con la Agencia Espacial Mexicana se pueda avanzar en ese sentido y que haya continuidad, algo que ha faltado hasta ahora”, señaló el integrante de la Red de Ciencia y Tecnología Espaciales del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología.
Consciente del avance tecnológico de varios países en ese ámbito, afirmó que México no puede rivalizar en el lanzamiento de cohetes o en la construcción de grandes satélites, donde otros llevan la delantera. “Pero tenemos un nicho de oportunidad en el desarrollo de pequeños satélites, de uno a 10 kilogramos de peso; es un área en la que podemos competir a nivel internacional”.
Para esos nanosatélites están construidos sus dispositivos, que pueden hacerse también de mayores dimensiones, aunque la tendencia es de reducir su talla, por los costos de enviar un equipo a órbita terrestre, aunque con ello enfrentan los retos de ser altamente eficientes en el uso de la energía y de conseguir un apuntamiento preciso hacia la Tierra.
En esta tecnología integral todos los componentes del sistema de determinación de orientación y control de estabilización se instalan sobre el simulador, un disco negro que tiene debajo una semiesfera metálica donde se imita la ausencia de fricción.