El lado bueno del sol y cómo protegernos

Los rayos del sol también tienen una cara amable, porque incrementan los niveles de vitamina A y D, contribuyen a la formación de los huesos y dientes, además de estimular el sistema inmunológico, prevenir la depresión, incluso favorecer la vida sexual y, por supuesto, dar un aspecto más bello a la piel.

Pero la radiación ultravioleta del sol es responsable de muchas de las lesiones cutáneas, así como de su envejecimiento prematuro. Se deben minimizar estos efectos no deseados con el uso de cremas solares con los distintos grados de protección UV e infrarroja. La alimentación puede reforzar esa fotoprotección. Para empezar, con la exposición al sol y subida de la temperatura debemos incrementar la hidratación. De esta forma la piel estará mejor preparada para recibir los rayos del sol.

El organismo genera melanina para proteger a la piel de las radiaciones solares, momento en el que entran en juego el bronceado y las provitaminas. Una de estas provitaminas es el betacaroteno (la sustancia que da el color rojo a los tomates o el naranja a las zanahorias) que es transformada en vitamina A. El betacaroteno tiene además propiedades antioxidantes que ayudan a eliminar radicales libres y previenen así el envejecimiento celular.

Afortunadamente el verano ofrece muchas posibilidades de encontrar alimentos frescos ricos en betacarotenos, presentes en las frutas y verduras de color rojo, naranja o amarillo. El principal, el tomate, que podemos tomar en muy variadas formas, aunque si lo que queremos es potenciar la acción de los licopenos, un caroteno rojo, es preferible ingerirlos en formas de salsas, mejor caseras.