Científicos europeos planean una arriesgada maniobra para llevar a la nave espacial Rosetta más cerca del cometa que orbita, para que así pueda comunicarse con su sonda en la superficie y comenzar experimentos que podrían desentrañar algunos de los secretos del universo.
La sonda, llamada Philae, sorprendió a científicos el fin de semana al despertar y enviar una señal a la Tierra. Su histórico aterrizaje en el cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko en noviembre se vio truncado cuando rebotó a una posición con demasiada sombra para sus paneles solares.
Ahora que el cometa se está acercando al sol, los científicos esperan que Philae pueda generar la suficiente energía para reanudar sus experimentos previstos.
Pero para recibir información, Rosetta, que ha seguido al cuerpo celeste por una década, deberá acercarse más al cometa, a una órbita de unos 180 kilómetros comparada con la actual de 220-240 kilómetros.
Esta es una maniobra arriesgada pues el cometa se encamina a su punto más cercano en su órbita al sol el 13 de agosto y arroja polvo que podría bloquear los equipos que Rosetta usa para orientarse.
«El cometa es un objeto muy, muy activo en este momento, es un poco como si un automóvil pasara por una tormenta de nieve», dijo Elsa Montagnon, vice directora de vuelo de Rosetta en la Agencia Espacial Europea (ESA), en una conferencia de prensa en París el miércoles.
Los científicos esperan que las muestras extraídas del cometa de 3 por 5 kilómetros por Philae provean detalles sobre la forma en que los planetas, y hasta la vida, evolucionaron. La roca y el hielo que forman los cometas preservan antiguas moléculas orgánicas como si fuera una cápsula de tiempo.
El plan es comenzar con los experimentos menos arriesgados, como utilizar instrumentos para «oler» la atmósfera antes de mover la sonda y perforar la superficie, probablemente en los próximos meses, y no semanas, dijo Philippe Gaudron, director del proyecto Philae.
Si la sonda hubiera aterrizado en el lugar elegido, a esta altura no estaría funcionando porque las temperaturas que la rodean serían demasiado altas para que sus sistemas operen, explicó el científico Jean-Pierre Bibring en la conferencia.