La capital chilena acaba de abrir un nuevo museo consagrado a la polifacética Violeta Parra, una de las artistas más universales que ha dado Chile.
El museo, inaugurado por la presidenta chilena Michelle Bachelet, recoge buena parte de la obra pictórica de la autora de Gracias a la vida. En total, 49 obras -óleos, papel ‘maché’ y bordados en arpillera-, así como objetos suyos, entre ellos una máquina de coser, muestran al espectador otra faceta importante aunque menos conocida por el gran público de la artista.
Al igual que la música, la creación pictórica de esta hija de una campesina y de un profesor de música, nacida en la provincia de Ñuble, sur del país, en 1917, está inspirada en la cultura del pueblo, a la que elevó a la categoría de arte paseándola por el mundo entero.
Su obra catalogada fundamentalmente en manos de sus familiares se expone en dos grandes salas que plasman su dimensión «humana» y otra «divina» donde lo religioso adquiere un papel protagónico, explica el director del museo, Leonardo Mellado, para quien Violeta Parra se convirtió en «símbolo de la cultura popular», dando «voz a los sin voz».
Para su hija Isabel Parra, una de las principales luchadoras junto con su hermano Ángel para que este proyecto haya visto la luz, el museo pretende dar a conocer a la otra Violeta.
«Fue cantora porque todos sus familiares cantaban, pero de un día a otro se convirtió en pintora, bordadora, ceramista. Se propuso hacer una exposición en el Louvre (en París) y lo consiguió», convirtiéndose en la primera chilena en llevar su obra a este templo del arte, dice a la AFP esta mujer menuda que cantó junto con su madre en escenarios de medio mundo.
La Viola, como gusta llamar a su madre, «miraba muy alto», aunque su mayor cualidad era su «sencillez extrema». «Y junto a ello, la genialidad, la lucha, la fuerza, el dolor y la alegría», agrega.