Se dice que la historia del yoyo se remonta a la antigua Grecia, donde se encontraron vasijas de cerámica decoradas con imágenes de niños jugando con objetos similares a estos juguetes; sin embargo, el objeto que conocemos hoy en día se originó en Filipinas y estaban hechos de dos discos de madera unidos por un eje, y se utilizaban tanto como juguetes como armas de caza.
Durante el siglo XVI, los exploradores españoles llegaron a Filipinas y se maravillaron con el juguete. Pronto, el yoyo se introdujo en Europa y se hizo popular en muchos países.
En el siglo XIX, el juguete llegó a Estados Unidos y se le dio el nombre que ahora tiene, y que se cree que proviene de una palabra filipina que significa “volver”.
Ganó popularidad en el norte de América gracias a Pedro Flores, un inmigrante que comenzó a fabricar y vender juguetes en la década de 1920.
Donald F. Duncan popularizó el yoyo a nivel mundial cuando adquirió la compañía de Flores y comenzó una campaña publicitaria masiva para promocionar el juguete.
Organizó competiciones de yoyo, patrocinó demostraciones y promovió su uso como una forma de ejercicio y entretenimiento.
A lo largo de los años, su diseño y tecnología ha evolucionado: los más modernos están hechos de una variedad de materiales como plástico, metal y madera, y pueden tener rodamientos de bolas para permitir trucos más avanzados.
Se dice que Napoleón Bonaparte, jugaba con un yoyo durante su exilio en la isla de Santa Elena; sin embargo, algunos aseguran que en realidad lo que el conquistador utilizaba para matar el tiempo era un balero, aunque no hay documentos que avalen una u otra versión.