Aun cuando en más de 25 años no se exhibe en México obra de Alexander Calder), el escultor mantuvo una cercanía afectiva y estética con el país y con América Latina, en general, que bien reflejó Juan García Ponce en un ensayo sobre el creador del arte cinético.
Calder es un gran artista revolucionario. Su ingenio siempre es sabiduría, y el experimento se convierte en un nuevo orden que sigue y reproduce las leyes de la naturaleza del cambio. Él es un continuador de formas inesperadas de equilibrio a través de las que la escultura ha dominado la disciplina de la danza”, describió el escritor, ensayista y crítico literario mexicano sobre el artista que participó en la Ruta de la Amistad en 1968.
Es este vínculo el detonante de la muestra retrospectiva “Calder: derechos de la danza” se exhibirá a partir del 22 de marzo en el Museo Jumex con más de un centenar de piezas desde los móviles de alambre, hasta pinturas y joyerías que abarcan de 1920 a 1970, bajo la curaduría de Alexander S. C. Rower, presidente de la Fundación Calder, y nieto del artista.
Si bien la lectura general de la obra de quien revolucionó la escultura a mitad del siglo XX arroja un abanico de núcleos temáticos, el curador señala en entrevista que uno de los ejes centrales es la experiencia de Calder en América Latina, en particular con México, Venezuela y Brasil, países que visitó de manera frecuente a partir de 1948.
La exposición de Alexander Calder llega tras la crisis y polémica que marcó al Museo Jumex tras la cancelación de la retrospectiva del austriaco Hermann Nitsch en enero pasado, y que incluso ha derivado en la presunta renuncia de su director Patrick Charpenel.
Si bien no hay confirmación por parte del museo o la Fundación Jumex, los rumores sobre la salida de Charpenel han sido difundidos hasta por el periódico The New York Times, no sólo por el escándalo alrededor de Nitsch, sino también a causa de la salida de la curadora Magali Arriola.
El 30 de enero pasado, el museo, a través de un boletín, informó la cancelación de la primera retrospectiva del accionista vienés en América Latina, sin dar mayor explicación. Días después Charpenel argumentó que el país pasa por una crisis de violencia y el público mexicano está muy sensible a cualquier expresión violenta, por lo que consideraron no oportuna la exposición.
A ello el artista respondió que en más de cinco décadas nunca había sido censurada ninguna de sus exposiciones, a pesar de ser muy criticadas por el uso de sangre humana y el sacrificio de animales vivos en sus acciones; aunque en el Museo Jumex no habría ningún performance en vivo, sino 40 pinturas en gran formato que sí llegaron al país en barco.