Cuando se empieza a entrenar se debe adaptar la alimentación, no sólo para lograr los objetivos deseados, sino para darle al organismo lo que necesita fruto de un esfuerzo mayor. Lo más importante a tener en cuenta, según explica la dietista-nutricionista Juana María González, coautora del libro “La Dieta inteligente para runners” es que, cualquier actividad física implica un gasto energético mayor que incrementa los requerimientos del organismo, que deberán cubrirse con una dieta adecuada, que «será siempre individualizada y se ajustará a las necesidades de cada persona y estará formada por alimentos que sean cotidianos, reconocibles, y que gusten y sienten bien».
Como la demanda de “combustible” es mayor, se deben dar al cuerpo las cantidades apropiadas de energía y líquidos incorporando, obligatoriamente, una ingesta adecuada de hidratos de carbono en cada comida (cereales, arroz, legumbres, pan, pasta, patata…) que será entre 3-5 gramos por kilo de peso corporal cuando el ejercicio sea inferior a una hora diaria, y por encima de 5 gramos por kilo de peso si el entrenamiento es más exigente. Lo que permitirá que el rendimiento sea máximo, evitará la aparición de cansancio y fatiga y favorecerá la recuperación de los depósitos de glucógeno tras el entrenamiento. Pero, siempre teniendo en cuenta que, 100 gramos de carbohidratos no son, por ejemplo, 100 gramos de pan, ya que el pan contiene también agua, fibra, proteínas y grasas.