La fértil cultura Maya que habitó la península de Yucatán, Chiapas, Honduras, El Salvador y Guatemala llega al Museo del Quai Branly, en París para revivir las fascinantes historias que cuentan las 400 piezas de la exposición itinerante, “Mayas: revelación de un tiempo sin fin”.
Con el apoyo de distintas asociaciones e instituciones culturales se logra un ambiente de cohesión y orgullo nacional al proyectar la realidad arquitectónica, matemática, artística y sobretodo la divinidad, su unión con la tierra y el inframundo.
La exhibición relata el nacimiento, esplendor y desvanecimiento de la civilización, gracias a la exdirectora del Museo Nacional de Antropología de México Mercedes de la Garza, quien comenta que «Desde hace veinte años, ha habido voluntad política, inversión pública y privada, y un mayor esfuerzo en la exploración arqueológica. Existe una voluntad general por alejarse de las caricaturas y descubrir quiénes fueron en realidad los mayas», con el argumento de alejarnos de esa visión apocalíptica en la cual se ha encasillado a la civilización desde aquél fatídico 2012 donde se asumía el fin del mundo, de acuerdo al calendario en el cual únicamente se marca el fin del ciclo del maíz. «Los mayas no fueron extraterrestres ni predijeron el fin del mundo» afirma De la Garza, «Los mayas creían en la trascendencia de su cultura, porque estaban convencidos de que el tiempo consistía en una espiral de ciclos que se sucedían. Cuando un ciclo llegaba a su fin, surgía el siguiente y el mundo se regeneraba por sí solo»
Los años han pasado y la cultura sobrevive con la existencia de treinta variantes de la lengua maya, mientras que en Chiapas y Oaxaca se le reconoce como patrimonio cultural y se le ha revalorizado gracias a diferentes grupos autónomos «Por ejemplo, el zapatismo aportó luz a grupos mayas que se encontraban en situación marginal, como tzeltales y tzotziles. Los puso a la vista de los mexicanos, pero también del resto del mundo», comenta De la Garza.
Se espera que con esta muestra estalle la curiosidad de los parisinos y demás visitantes al mostrar la magia y misticismo de nuestros ancestros, a su vez generar turismo y destrozar las barreras culturales.
Por: Gabriela Torres M.