Es el final de una época no sólo en la ficción de “Mad Men”, cuyos protagonistas viven la melancolía del adiós de los 60, sino para millones de espectadores ante los últimos siete capítulos de “la mejor serie dramática de todos los tiempos”, tal y como la definió la revista Rolling Stone.
La cuenta atrás comienza este domingo. Y para el 17 de mayo, cuando llegue la despedida del formato creado por Matthew Weiner, ganador de 15 premios Emmy y cuatro Globos de Oro, la cadena AMC habrá emitido 92 capítulos que, en realidad, según su presidente, Charlie Collier, son “obras de arte”.
Aunque hay un mutismo absoluto acerca de ese final, Weiner dijo a Efe en 2011 que la tarea de dar carpetazo a la serie para él era “literalmente como hacer un postre”.
“Quiero tener el perfecto coñac, la cosa más pura que deje un regusto en la boca, pero dentro de los parámetros de la serie. No siento que tenga que sorprender”, manifestó.
“La única cosa constante que he tenido en mi carrera ahora se acaba”, afirmaba recientemente el protagonista de Mad Men, Jon Hamm.
“Y eso te hace abrir los ojos. ¿Me van a seguir tomando en serio? ¿Voy a hacer comedias románticas el resto de mi vida? ¿Qué es lo siguiente? Y no lo sé. Ojalá fuera lo suficientemente presumido como para haber tenido un gran plan”, añadía.
Hamm indicó que la “oscuridad” de Don Draper —el nombre del retorcido publicista al que interpreta— se ha explorado “en profundidad y de forma constante” durante la serie, algo que ha tenido repercusión en su propia vida en forma de “muchas adversidades y mucha tristeza”.
Apenas unos días después, la publicista del actor admitía que Hamm había completado un tratamiento de 30 días para tratar su adicción al alcohol, un problema que comparte con su ‘álter ego’ en la ficción.
La rehabilitación la completó acompañado por su pareja, Jennifer Westfeldt, que en la edición de abril de la revista GQ aseguraba que “la oscuridad de Don le ha pasado factura a Jon, a pesar de ser el papel de su vida y la oportunidad que le dio la carrera de sus sueños”.
La idea central de la serie, convertida desde hace años en un fenómeno cultural, sugería seguir las andanzas de los personajes principales a lo largo de los años 60 mientras hacían frente a las inseguridades propias y del mundo que les rodea, todo ello desde las oficinas de la agencia de publicidad ficticia Sterling Cooper, ubicadas en Madison Avenue (Nueva York).