El Museo abrió sus puertas para recibir la exposición “Santos vivientes: Donde el arte cobra vida”, de Michael Landy. Si reconocen a este artista, le recordarán por su pieza Break Down (2001), en la que destruyó prácticamente todas sus posesiones sin discriminar: pasaportes, postales u obsequios de colegas, como lo es Damien Hirst. Algo de esa destrucción ha permeado en su nueva colección.
A lo largo de siete salas de exhibición, Landy ha dejado ocho piezas y cuarenta dibujos tipo collage que tienen como tema la figura de los santos: San Esteban, San Jerónimo, Santa Apolonia, Santo Tomás y San Francisco, entre otras piezas que son amalgama de la iconografía religiosa, el dogma y, el premio y el castigo como la Multisanto y una rueda de la fortuna medieval hecha a base de madera. Todas son inspiración de la colección que posee la National Gallery de Londres.
La obra de Landy están en riesgo de movimiento, todas las piezas invitan al espectador a acercarse e interactuar con lo que tiene en frente: arrojarles piedras, oprimir botones para ver cómo se martirizan, probar suerte en la rueda de la fortuna u obtener un premio del interior de una de las piezas. La pieza permanecerá tan estática o tan activa como el espectador lo desee. La rueda es clave en esta exposición, simulando un motivo de movimiento estático, un movimiento paradójico: un engrane. Por otro lado, como Break Down, las piezas están expuestas a ser destruidas ya sea por el espectador al arrojarles una piedra o bien, por el fuerte golpe que se producen a sí mismos después de que el interlocutor oprime el botón; la pieza poco a poco se va desgastando.
Para la inauguración de su obra monumental, Landy dirigió unas palabras a los asistentes y sobre su obra: “No puedes dictar lo que la gente opine de la obra de arte, así que no sé si hice algo muy gracioso o hice algo que no es lo suficientemente reverencial, porque mi obra no es espiritual. Los santos tratan de convertir a todos, son mártires, son muy decididos, eso me gustó mucho de ellos”.