Erradicar la extrema pobreza y la hambruna en el mundo será el “objetivo número uno” de la agenda global de desarrollo para los próximos quince años al que se han comprometido negociadores de los 193 países de las Naciones Unidas, y que será aprobado en una cumbre de líderes mundiales a finales de septiembre. “Reconocemos que erradicar la pobreza en todas sus formas y dimensiones, incluida la extrema pobreza, es el mayor desafío global y un requisito indispensable para un desarrollo sostenible”, señala en su introducción el borrador pactado por los Estados miembros.
Concretamente, el texto fija la meta de erradicar de aquí a 2030 la extrema pobreza, en la que figuran todos aquellos que viven con menos de 1.25 dólares al día, y la de reducir a la mitad el número de personas que sufren la pobreza, medida en función de las definiciones que aplica cada país.
Entre los objetivos figura lograr que en quince años todo el mundo tenga acceso a suficientes alimentos y se haya acabado con la malnutrición o que todos los niños completen estudios primarios y secundarios.
“No dejar a nadie atrás”. La nueva estrategia busca responder también a aquellas áreas en las que los Objetivos del Milenio han fracasado, empezando por el problema de la desigualdad.
El objetivo en esta ocasión es que el progreso “no deje a nadie atrás”, según subrayó ayer el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, para lo que será necesario, dijo, lograr que los ingresos de las clases más desfavorecidas crezcan a un ritmo mayor que la media con el fin de reducir las enormes brechas económicas que se viven en muchos países.
Aunque la ONU insistió ayer en que es demasiado pronto para saber exactamente cuánto costará implementar la estrategia, las estimaciones apuntan a que sólo en los países en vías de desarrollo habría que invertir entre 3.3 y 4.5 billones de dólares al
año para erradicar la pobreza, frente a los alrededor de 1.4 billones que se destinan actualmente a ese fin.