La actividad del Sol, las erupciones volcánicas, el comportamiento de la magnetosfera o la actividad de los seres vivos también puede cambiar el clima de formas difíciles de prever. A veces unos factores van en una misma dirección pero otras no. Esto muestra que en el clima lo único fijo es el cambio.
Un estudio publicado recientemente en «Proceedings of the National Academy of Sciences» (PNAS) proporciona evidencias sólidas de otro proceso capaz de cambiar el clima. Científicos de la Universidad de Rutgers (Estados Unidos) han confirmado que el tirón gravitacional de Venus y Júpiter alarga la órbita de la Tierra en un cinco por ciento cada 405,000 años. Por eso, el planeta pasa por una etapa media, a los 202,500 años del comienzo del ciclo, en la que la órbita es casi circular. Esto ha estado influyendo en la cantidad de luz solar que ha llegado al hemisferio Norte y ha modulado el clima de la Tierra durante al menos los últimos 205 millones de años.
«Es un resultado impresionante, porque se pensaba que este largo ciclo había ocurrido hace 50 millones de años, pero ahora se ha confirmado para al menos los últimos 205 millones de años», ha dicho en un comunicado de la universidad de Rutgers Dennis V. Kent, primer autor del estudio y experto en paleomagnetismo. «Ahora, los científicos pueden vincular cambios en el clima, el medio ambiente, la evolución de los dinosaurios y los mamíferos y los fósiles en todo el mundo con este ciclo de 405.000 años de una forma precisa».
Desde hace mucho tiempo los astrofísicos han sugerido que la resonancia de los planetas del Sistema Solar crean ciclos en la órbita de la Tierra. Los cálculos matemáticos habían permitido, incluso, reconstruir la evolución de este fenómeno durante los últimos 50 millones de años. Pero ahora, por primera vez, los investigadores han encontrado evidencias físicas para apoyar esta hipótesis, lo que tiene relevancia para los estudios del clima, la evolución de la vida y la propia evolución del Sistema Solar.
Este efecto sobre la órbita es causado sobre todo por Venus y Júpiter. El motivo es que el primero es el planeta más cercano a la Tierra y que el segundo es, con mucho, el planeta más masivo del Sistema Solar. Pues bien, las órbitas de estos planetas hacen que cada varios cientos de miles de años la posición de estos mundos «tire» de la Tierra en relación con el Sol o que el efecto sea contrario.
Para llegar a estas conclusiones, los autores del estudio han extraido testigos de roca en Arizona y han analizado otras muestras procedentes de Nueva York y Nueva Jersey. En Arizona analizaron rocas formadas en el Triásico tardío, hace 209 a 215 millones de años, en un momento en que comenzaron a evolucionar los mamíferos y los dinosaurios y el súper continente de Pangea se fragmentó. En concreto, analizaron pruebas de fenómenos de inversión de los polos magnéticos.