El escritor nicaragüense Sergio Ramírez dedicó este lunes el mayor galardón de las letras hispanas a los fallecidos en las protestas contra la reforma de la seguridad social en su país.
«Permítanme dedicar este premio a la memoria de los nicaragüenses que en los últimos días han sido asesinados en las calles por reclamar justicia y democracia, y a los miles de jóvenes que, sin más armas que sus ideales, siguen luchando porque Nicaragua vuelva a ser república,” dijo Ramírez al recibir el Premio Cervantes de 2018 de manos del rey Felipe VI de España«.
Al menos 25 personas fallecieron en Nicaragua por disturbios y saqueos antes de que el presidente Daniel Ortega dejase el domingo sin efecto la polémica decisión de reforzar el aquejado sistema de Seguro Social con una combinación de beneficios reducidos e impuestos más altos.
El escritor había participado el domingo en una protesta en el centro de la capital española para pedir el fin de la violencia en su país, a la que se refirió como “represión insostenible”.
Autor de más de 20 novelas, además de numerosos ensayos y cuentos, Ramírez es el primer nicaragüense premiado con el Cervantes, por el que recibirá 125 mil euros (148 mil dólares).
El jurado, que alterna como premiados cada año entre autores españoles y latinoamericanos, destacó en su fallo la capacidad de Ramírez para “reflejar la viveza de la vida cotidiana convirtiendo la realidad en una obra de arte” en una variedad de géneros literarios.
El premiado agradeció la influencia de otros autores latinoamericanos como Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa y recordó a Sergio Pitol, un “cervantino hasta la médula porque nunca se atuvo a la pesadez”, fallecido este mes en México.
Criticó a los caudillos “disfrazados de libertadores, que ofrecen remedio para todos los males”, los “caudillos del narcotráfico vestidos como reyes de baraja” y denunció “el exilio de cientos de miles de centroamericanos que van hacia la frontera de Estados Unidos” así como “el tren de la muerte que atraviesa México con su eterno silbido de bestia herida”.
“Cerrar los ojos, apagar la luz, bajar la cortina, es traicionar el oficio,” señaló Ramírez. “Todo irá a desembocar tarde o temprano en el relato, todo entrará sin remedio en las aguas de la novela.”