El gobierno de México, junto con la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO por sus siglas en inglés), además de universidades, empresarios y consejos estatales de ciencia, desarrollan y adoptan nuevas tecnologías de información para contar con datos oportunos sobre la manera como el clima impacta la seguridad alimentaria; sobre los cambios en precios de productos animales y vegetales por diferentes variables del mercado, así como los datos en tiempo real de la evolución de algunas parcelas o sembradíos.
Hace dos semanas, la Agencia de Servicios a la Comercialización y Desarrollo de Mercados Agropecuarios (Aserca), que forma parte de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader) presentó, junto con la FAO, los avances en la construcción de las versiones mexicanas de dos herramientas creadas por la ONU hace cinco años: el Sistema de Índice de Estrés Hídrico (ASIS o Agricultura Stress Index System) y del Sistema de Monitoreo y Análisis de Precios (FMPA o Food Price Monitoring Analysis). Ambos sistemas ahora pueden ser alimentados con datos específicos para México y auxiliar a los productores, autoridades y comercializadores.
A estas herramientas globales se suma el trabajo que realizan desde hace cuatro años consejos estatales de ciencia y tecnología en Estado de México, Jalisco y Querétaro, así como la Fundación México-Estados Unidos para el avance de la Ciencia (FUMEC) y la empresa de tecnología Microsoft para ayudar a que empiece a usarse internet de las cosas en el cultivo de alimentos en México.
Otro proyecto de la FAO que fue creado originalmente para uso global, pero que se está adaptando a México es el FPMA, que es un sistema, en línea, de concentración de información de precios en diferentes regiones, que emite un boletín mensual pero colecta información semanalmente y, en algunos cultivos, diariamente. Este sistema no sólo evalúa datos como el costo de los productos en sus mercados finales, sino que también mide el valor de los subsidios que diferentes gobiernos entregan a sus agricultores para poder así conocer la calidad de vida de los productores.
Uno de los ejemplos recientes del uso de este sistema fue el documentar cómo se fue recuperando la agricultura de Uganda después de una de las sequías más graves de la historia. Estos datos no sólo ayudaron a los tomadores de decisiones a saber cómo ayudar a los agricultores devastados por la pérdida de cultivos, también ayudó a los órganos de salud pública de la ONU a saber en qué regiones de ese país africano aumentó el problema de la desnutrición infantil por el aumento del precio de productos.