A partir del estudio de indicadores geoquímicos en estalagmitas, un grupo de investigadores del Centro de Geociencias (CGeo) de la UNAM, en colaboración con colegas de las universidades de Nevada y de Nuevo México, en Estados Unidos, reconstruyó el clima de los últimos dos mil 500 años en la parte central del país, en particular en la región del Valle de México.
“Las estalagmitas (rocas calcáreas en forma de cono con la punta hacia arriba, que surgen en el suelo de una cueva al gotear desde una estalactita agua con carbonato de calcio en disolución) conforman un archivo climático de alta resolución temporal; nos ofrecen la posibilidad de obtener información de la cantidad de lluvia que cayó año con año durante un cierto periodo en una determinada región”, explicó Juan Pablo Bernal Uruchurtu, integrante del grupo.
Como resultado de las gotas que se percolan en los suelos kársticos, las estalagmitas crecen lentamente. Ese líquido tiene cierta composición isotópica de oxígeno, establecida por la cantidad de lluvia que cae.
El oxígeno tiene dos isótopos: oxígeno-18 y oxígeno-16. Si las precipitaciones son pocas, el oxígeno-18 se enriquece en el agua de lluvia; si son muchas, se diluye. Es una regla conocida como efecto de cantidad. Con ella en mente, los investigadores observaron cómo se incorpora el oxígeno-18 en la estructura del carbonato de calcio.
Así, al medir en este compuesto químico la composición isotópica del oxígeno, es posible inferir la constitución del agua que precipitó ese carbonato de calcio y establecer si la lluvia fue abundante o escasa.
“Para tener un registro cortamos, a lo largo de una estalagmita de una cueva en Juxtlahuaca, Guerrero, muestras de carbonato de calcio de un milímetro de espesor, incluso más delgadas, de las que obtuvimos porciones de 500 microgramos que posteriormente analizamos por espectrometría de masas para ver cuánto oxígeno-18 y oxígeno-16 contenían”.