Algunos mitos mesoamericanos sobre la creación del mundo señalan que Cipactli (El monstruo de la tierra) flotaba sobre las aguas primigenias, y a partir de su cuerpo se creó el cielo y la tierra. En este sentido, Nahualac, un sitio ubicado en las faldas del volcán Iztaccíhuatl, podría emular dicha concepción, aseguró la arqueóloga Rocío Hernández Bautista del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Se confirmó, entonces, existencia de un adoratorio en medio de un estanque natural y el efecto óptico que se produce en el espejo de agua -del que pareciera que la estructura emana- hace sugerir que el lugar es la representación de un tiempo y espacio donde comenzó todo: Un modelo miniatura del universo.
La investigación señaló que en 2015, a partir de una denuncia de destrucción del sitio, se creó el Proyecto Arqueológico Nahualac. En 2016 un equipo multidisciplinario emprendió una temporada de excavación en la que se recuperaron numerosos fragmentos cerámicos, materiales líticos, lapidarios y restos orgánicos.
Precisó que Nahualac consta de dos áreas. La primera y principal es un estanque estacional, dentro del cual se construyó un templo rectangular de piedras en la época prehispánica. La segunda área se localiza a 150 metros al sureste de la estructura, sobre un amplio valle donde brotan manantiales. Ahí se han hallado piezas cerámicas con elementos decorativos asociados a Tláloc, dios de la lluvia.
De acuerdo con exploraciones pasadas y las investigaciones en proceso, se puede inferir que Nahualac es la representación de un espacio ritual donde el culto a Tláloc es evidente; aunque no exclusivo, ya que también guarda relación con las entidades femeninas del agua y la tierra. La investigación arqueológica de alta montaña se realiza en el municipio de Amecameca, Estado de México.