Investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) analizan en una zona de Xochimilco los primeros asentamientos humanos mediante drones, los cuales obtiene fotos de mapas y planos de grandes extensiones de terreno.
En un comunicado, la UNAM detalla que los integrantes del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) utilizan los vehículos aéreos no tripulado para hacer un estudio fotogramétrico, en el ejido de San Gregorio Atlapulco, una zona tradicional del lugar.
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Los responsables del proyecto, Emily McClung y Guillermo Acosta Ochoa, comenzaron con la investigación de asentamientos asociados al periodo de agricultura temprana en el área en 2013, el cual incluye el registro detallado del sitio y sus chinampas arqueológicas.
La región que se estudia se considera importante porque ahí se establecieron las primeras sociedades agrícolas al menos seis mil 500 años atrás, las cuales también habitaron un islote en medio del lago de Xochimilco.
“Esa zona chinampera fue declarada Patrimonio Mundial en 1986, sin embargo, hoy está en riesgo de perder dicho estatus por la destrucción arqueológica, la degradación ambiental y el crecimiento de la mancha urbana”, expresó Acosta Ochoa.
Los primeros estudios fueron topográficos y de fotogrametría, después se iniciaron las excavaciones en dos áreas asociadas a la ocupación anterior al desarrollo de la cerámica.
“La fotogrametría es la disciplina que se encarga de calcular la forma, dimensiones y posiciones en el espacio de cualquier objeto a partir de medidas hechas sobre fotografías”, explicó el investigador.
En años recientes, el registro con este método de aparatos se volvió fundamental en la arqueología, pues se emplea desde el modelado en 3D (tercera dimensión) de objetos, hasta el registro topográfico de los sitios estudiados.
“En esta técnica la principal fuente de información es una fotografía, una imagen plana de dos dimensiones”, añadió el experto.
En el texto de la UNAM se detalla que uno de los dos drones de los investigadores tiene integradas dos cámaras fotográficas, un geoposicionador satelital (GPS), una brújula digital y un giroscopio, que le permite mantenerse en el aire de manera estable.
Una de las desventajas de estos equipos es que consumen mucha energía, además, su peso es de casi siete kilos. El primer dron que se usó fue un pequeño tetramotor, con capacidad de carga de 350 a 400 gramos.
“Para el hexamotor tuvimos que armar el sistema de estabilización, y como no se puede manejar la cámara fotográfica desde abajo, fue necesario hackearla.
“Le añadimos un script para que tomara fotos cada dos segundos durante cierto periodo o recorrido. La idea es que las imágenes tengan un traslape de al menos 70 por ciento en la secuencia”, expuso.
El especialista comentó que gracias a que la velocidad también se puede programar, hay dos variables factibles de combinar, por lo que algunas imágenes con las que se trabajó son secuencias fotográficas de casi 300 imágenes.
Los investigadores planean incorporar una cámara termográfica al dron para detectar o resaltar características arquitectónicas o algunos rasgos enterrados a partir del calor emitido y no sólo del calor reflejado, como en el caso del infrarrojo.
“Aunque la fotogrametría y los drones son herramientas recientes en la arqueología, hasta ahora han demostrado ser muy útiles en la investigación y rescate del patrimonio cultural”, precisó.