Guillermo Chin Canché tiene 26 años y es parte del equipo de meteorología que ayuda a preparar la misión de la NASA que enviará en 2027 un helicóptero a Titán, una de las lunas de Saturno.
Guillermo Chin Canché me cuenta sobre su trabajo en climatología espacial para la misión Dragonfly de la NASA, proyecto que incluye aterrizar un helicóptero pequeño en la luna más grande de Saturno, Titán, y tomar muestras para estudiar su superficie. Para que la nave vuele hacia diferentes sitios deben conocer la atmósfera del satélite, que es lo que estudia el científico.
Mientras hablamos, Chin Canché está en Ensenada —la tercera ciudad más grande de Baja California Norte, México—un sitio que está a 4004 kilómetros de distancia de su lugar natal, Bethania, Campeche. Hizo este viaje de península a península para estudiar su doctorado en oceanografía física. Antes, hizo un maestría en Ciencia del Espacio, y antes de eso, una licenciatura en Ingeniería Mecatrónica.
Cuando Guillermo Chin Canché cuenta los brincos de su carrera, reconoce a sus compañeros de vida, por ejemplo, de su profesor Huberto Caamal y de Keila, una de sus amiga que le mostró la Astrobiología. Para hablar de lugares también habla de personas. De Bethania cuenta que la convivencia es única, que siempre sintió cobijo de su comunidad. Lo explica: las personas de Campeche viajan a desayunar a la tienda de su tía en Bethania, lo hacen por la amabilidad que reciben ahí. “No es porque sean los panuchos más ricos de Campeche, o a lo mejor sí”, bromea.
Reconocer la labor de otros pasa mucho en su charla, no importa qué le preguntes. A partir de las muchas entrevistas que ha dado sobre su trabajo con la NASA ha notado que no siempre se valora el trabajo científico nacional, y para que eso nos pase menos, cree que estaría bien escuchar más a los investigadores mexicanos, “no solamente a los que se van al extranjero, no solamente los que trabajamos para la NASA”.
Antes de volar sobre Titán
Lo dice un poco porque su nombre ha salido en casi todos los periódicos de circulación nacional, casi siempre ligado a la NASA. Pero para ser parte de dicho proyecto, antes pasaron otras cosas. Chin me cuenta sonriendo que decidió estudiar oceanografía física teniendo en mente hacer astrobiología —ciencia que estudia el origen, evolución y distribución de la vida en el universo—. Como tenía interés en una luna congelada de Saturno, que es básicamente 75 por ciento agua, dar este paso le pareció lo más congruente.
En su maestría aprendió astrobiología desde la parte química, entender la forma en que la abundancia y detección de compuestos químicos “influyen, hasta cierto punto, en cómo puede desarrollarse vida en un planeta”. Es decir lo que existe en un planeta. Ahora, con oceanografía física, adquiere conocimientos para ver cómo funciona un planeta, algo que ayuda a señalar zonas de interés al investigar astros. Por ejemplo, se puede pensar que en Marte hay vida, pero ¿en qué parte?, “para saberlo hay que analizar muchos aspectos, la dinámica de la atmósfera, cuál es el clima que tiene, si hay algún movimiento en placa tectónico o algo por el estilo”.
Me explica que la luna que estudiará la misión Dragonfly es interesante porque “hay una analogía muy clara de las condiciones atmosféricas que tiene Titán en este momento y las que existían cuando surgió la vida aquí en la Tierra”. Por lo cual, podríamos entender cómo surgió la vida terrestre o ver nuevas formas de vida. La luna podría tener vidas capaces de vivir en lagos de metano y respirar hidrógeno en lugar de oxígeno.
Para hacer eso posible es indispensable identificar zonas de interés y entender el patrón de vientos y turbulencias que afrontará al helicóptero. En particular, los científicos deben modelar la dinámica de una atmósfera que es dorada y nebulosa. Ahí entra el trabajo de Guillermo Chin y el equipo de meteorología de la misión, un grupo pequeño en relación a los que trabajan en electrónica, control o detección química.
Por ahora, la NASA contempla que Titán aterrice en una docenas de sitios prometedores, como dunas orgánicas y un cráter de impacto.
Climatología espacial en acción
Para estudiar la atmósfera densa de Titán usan el programa ARW, que es la versión científica de WRF, “un programa que se usa en la Tierra para predecir la meteorología del planeta”. Guillermo me explica que WRF sirve para hacer las imágenes que predicen frentes fríos, ciclones o lluvias.
Los datos de la luna congelada que usan en ARW, tales como perfiles de viento, temperatura, mapas topográficos, mediciones del suelo, imágenes satelitales y teledetección química, por decir algunos, fueron obtenidos por la nave Cassini que envió datos durante los 13 años que orbitó Saturno, hasta el año 2017.
No es la primera vez que Guillermo trabaja con lo visto por Cassini, años atrás, estudió la hidrogeoquímica de Encélado, otra de las lunas de Saturno; y reportó, junto a Erika V. Méndez, que entender los procesos del mar congelado del satélite aportaría detalles sobre el origen de la vida.
Ahora, para la misión Dragonfly, participará modelando un año de lo que sucede en Titán para predecir el comportamiento de su atmósfera, se necesita un año porque ahí el clima cambia un montón, “no sabemos si lo que está sucediendo hoy va a ser igual a lo que va a suceder dentro de dos o tres días, en la Tierra más o menos tenemos idea, pero en Titán no sabemos mucho sobre esa variabilidad”.