En las últimas décadas, el desarrollo de combustible alternativo a aquellos que derivan del petróleo se ha convertido en parte fundamental de las investigaciones científicas, esto con la finalidad de reducir la contaminación, basura y explotación de otros recursos.
Las pruebas con biocombustible se remontan a hace algunos años, por ejemplo, en 2011, Aeroméxico realizó el primer vuelo transcontinental entre la Ciudad de México a Madrid, a partir de aceite de jatropha.
Ahora Alaska Airlines se encuentra en las líneas de innovación, ya que son la primera aerolínea en utilizar un biocombustible derivado de deshechos de madera para realizar un viaje completo.
El vuelo partió de Seattle hasta Washington, un trayecto de cinco horas que se logró sin ningún contratiempo utilizando este nuevo combustible, el cual contiene en un 20% deshechos de rama reciclados de los estados de Washington, Montana y Oregón. En junio de este año, la misma aerolínea probó con otro líquido, esta vez fue realizado con base de alcohol.
A pesar que el resto de la gasolina (80%) que se utilizó es la fórmula tradicional, es un primer paso para desarrollar alternativas para medios de transporte tan grandes y con un gran gasto en esta sustancia.
Este nuevo combustible fue desarrollado por la Universidad Estatal de Washington y Northewest Advanced Renewables Alliance (Alianza para Renovación Avanzada del Noroeste o NARA por sus siglas en inglés), una iniciativa de cinco años con 32 organizaciones de investigación, aviación, industria privada y de gobierno, todos unidos para llegar a una alternativa con los residuos de los bosques.
NARA adaptó su tecnología para convertir los azucares de la celulosa de la madera en isobutanol renovable, que resultó en el nuevo combustible.
El biocombustible reduce las emisiones de gas hacia el infecto invernadero entre un 50 y 80 por ciento en el ciclo de vida de la gasolina, que va desde el crecimiento de la materia prima, el transporte a una instalación de procesamiento y su producción. Gracias a esto emiten 70 por ciento menos CO2 que un avión impulsado con combustible de petróleo.
El proyecto duró cinco años y se enfocó en el desarrollo de combustible que no afecte tanto al medio ambiente, ya que en los últimos años hemos sido testigos del cambio climático en la Tierra, debido a la enorme contaminación que se vive alrededor del mundo.