En el año 2000, un reporte de la Organización Mundial de la Salud (OMS) advertía un fuerte vínculo entre obesidad y el tiempo dedicado a los videojuegos, mientras que un estudio de 2011 publicado en The American Journal of Clinical Nutrition añadía que las sesiones dedicadas a estos divertimentos con frecuencia provocan aumento en la ingesta de los llamados gamers, pese a no elevar su apetito.
Ambas publicaciones sugieren que las consolas o computadoras pueden reforzar dos conductas preocupantes, en especial cuando se dan en menores de edad: el sedentarismo y el consumo de dietas hipercalóricas, por lo que algunos especialistas proponen limitar o prohibirles el acceso a estos aparatos. Ante tal escenario, un grupo de expertos de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM plantea una opción muy distinta y busca aprovechar el gusto de niños y adolescentes por los videojuegos como arma contra el sobrepeso.
“Así nació Uno Dos Tres por Mí, plataforma de libre acceso diseñada para que la población infantil tome conciencia sobre la obesidad, y para promover hábitos de alimentación saludables mediante juegos y aplicaciones que integran realidad virtual y aumentada. La información que se brinda es fácilmente digerible para cualquier alumno de primaria y contamos con apartados destinados a padres y profesores”, dijo Emmanuel Castillo, coordinador de Desarrollo Tecnológico de esta iniciativa.
Por ejemplo, en uno de estos programas lúdicos, el menor ve aparecer en pantalla diferentes comestibles y, como si se tratara de un shooter (videojuego de disparos), debe escoger municiones de colores según el grupo alimenticio al que pertenezca cada platillo, apuntar y dar en el blanco. Cada acierto es un punto y cada yerro una penalización, apuntó el joven.
“Antes de realizar esta actividad, el pequeño ya debió haber consultado y entendido el material informativo proporcionado con el fin de saber a qué clasificación pertenece un queso, una manzana o un trozo de pan. Así, estos ejercicios de destreza y diversión se vuelven una forma de reforzar lo ya aprendido”, acotó.
Al respecto, el también integrante del Laboratorio de Enseñanza Virtual y Ciberpsicología (LEVyC) de la FP refirió que Uno Dos Tres por Mí está dirigido a niños de ocho a 12 años “porque nuestra apuesta está en la prevención y a esa edad es más fácil erradicar hábitos nocivos que de mantenerse, serán un lastre en la adultez; además, el organismo infantil se adapta mejor a los cambios”.
Desde hace casi un año, una docena de personas —entre psicólogos, programadores y nutriólogos— han aportado sus conocimientos y propuestas para desarrollar la plataforma Uno Dos Tres por Mí, la cual se espera que esté lista y a disposición del público (vía internet) en pocos meses. “En esta faena hemos recibido apoyo de la UNAM y de la Fundación Gonzalo Río Arronte”, explicó Betzabé Sánchez García, coordinadora operativa del LEVyC.
Acerca del trabajo realizado, la joven refirió: “Gran parte de nuestros esfuerzos se han centrado en hacer de estos contenidos algo entendible para todo niño. Por ejemplo, en vez de ponerlos a sumar y restar calorías, les enseñamos a medir porciones de comida con las palmas de la mano o con el puño”.
Sobre por qué hacer esto, Sánchez García expuso que sólo así es factible dar a los infantes herramientas para corregir —y con argumentos— a sus mayores, quienes con frecuencia les sirven raciones tamaño adulto. “Lo peor es que si los pequeños no acaban con el plato, suelen ser castigados y se les prohíbe levantarse de la mesa hasta que se terminen todo”.
Debido a esto, en la plataforma desarrollada en el LEVyC de la UNAM se incluyen secciones de consulta para padres y profesores, “pues hemos visto que si bien se preocupan por el peso de sus hijos o alumnos, ellos también son parte del problema”.
Por ello, la psicóloga advirtió que sólo al incluir a los adultos es factible lograr un cambio permanente en los niños y deshacer pequeñas idiosincrasias muy presentes en las familias mexicanas, pero que de tan comunes y repetidas suelen invisibilizarse.
“Una de ellas la llamamos ‘engordar por lástima’ y aunque el término no suena muy serio, refiere una conducta que todos hemos presenciado: la observada cuando una mamá, al ver que sólo hay una albóndiga en la olla, le dice al hijo ‘cómetela, pobrecita, se va a quedar ahí, solita’ y hace que los infantes ingieran calorías de más”.
Para Betzabé Sánchez, la capacidad de abordar la obesidad desde tantos flancos es resultado de haber conformado un equipo multidisciplinario, el cual —bajo la guía de la profesora Georgina Cárdenas— desde el principio planteó vías para combatir un mismo problema desde distintas disciplinas. “Una visión integral es la clave”.