El mayor problema del etiquetado, y del que debe de informarse a las personas, es el tipo de ingredientes dañinos, su calidad y combinación en un solo producto. Ahí es donde hay que dar énfasis: el consumo de jarabe de maíz de alta fructosa (azúcares añadidas), con el cual se endulza la mayor cantidad de bebidas azucaradas en nuestro país, está relacionado con el aumento del ácido úrico, el incremento de concentración de triglicéridos, aumento de colesterol dañino y disminución del colesterol bueno, así como su vínculo con el desarrollo de hígado graso.
Los especialistas mencionan que no existe mención alguna de éste y otros ingredientes en los etiquetados, como las grasas vegetales hidrogenadas o sodio adicionado. Pero una de las fallas técnicas principales es el reto matemático para cualquier consumidor de comprender qué significan los datos en las etiquetas.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Obesidad 2015, realizada por la ASA, sólo el 12% sabe o está familiarizado con el concepto de calorías, base para comprender este etiquetado. La Estrategia Nacional para la Prevención y Control del Sobrepeso, Obesidad y Diabetes, consideró utilizar el concepto de azúcares agregados y tomar como referencia un valor de 200 kilocalorías, equivalentes a 50 gramos de azúcar, tal y como lo recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS), explica por su parte Fiorella Espinosa, investigadora en salud alimentaria de El Poder del Consumidor. Añade que no obstante, después de la publicación en el Diario Oficial de la Federación, en 2014, se modificó y se utilizó el concepto de “azúcares totales”, permitiendo que se tome un valor de referencia de 360 kilocalorías, equivalentes a 90 gramos de azúcar. Es por eso que ese envase de refresco de 600 mililitros representa ese 126% de la “recomendación diaria” de azúcares y no el 70%.
Para “traducir” la información del etiquetado frontal de productos en nuestro país, la Alianza y El Poder del Consumidor lanzaron ayer una aplicación gratuita para dispositivos móviles que ofrece información del alto contenido de sus ingredientes, como el azúcar. Mediante la captura del código de barras del producto, los usuarios podrán acceder a una base de datos de 450 productos procesados de alto consumo y acceder a la información. Además, podrá retroalimentarse de información capturada por usuarios de productos no registrados.
“La app da acceso a un etiquetado comprensible y fácil de usar, despliega un semáforo basado en el etiquetado de Ecuador con elementos del etiquetado en Chile, y los criterios nutrimentales formulados en el Reino Unido por su agencia de salud en 2010”, explica Espinosa. La aplicación “Semáforo Nutrimental” (disponible para IOS y Android) hace un balance de la proporción de azúcares, grasa y sodio en el producto, “lo que no hace el etiquetado actual en México”, añade.
“La industria quiere que el etiquetado pase de noche”, menciona Calvillo, “y han sido organismos como Conmexico los que se han opuesto constantemente a una regulación eficaz de estos productos. (…) Las empresas son poderosas en México y el mundo, tienen un poder económico del que deriva un poder político”. Es por ello que son capaces de establecer un etiquetado GDA dentro de la política pública en México, que confunde tanto a la población, agrega, que sería mejor si los productos no tuvieran ningún etiquetado.