¿Su hijo se tragó una batería pequeña? En el futuro, un robot diminuto fabricado de tripa de cerdo la atrapará y expulsará.
Investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts están trabajando en un robot que puede tragarse y utilizarse para cerrar heridas o suministrar fármacos. También podría retirar un objeto extraño como las pequeñas baterías con forma de disco que pueden resultar mortales si los niños se las tragan.
Los investigadores llaman a su experimento «robot origami», en referencia a la técnica de papiroflexia japonesa, porque se dobla hasta formar un cubo de hielo del tamaño de una píldora y después se despliega tras llegar al estómago, cuando se derrite el hielo.
«La persona se traga el robot y cuando llega al estómago, el hielo se derrite y el robot se desdobla», explicó Daniela Rus, la profesora que dirige el laboratorio de Ciencias Computacionales e Inteligencia Artificial del MIT. «En ese momento es cuando podemos dirigirlo a un lugar preciso».
El experimento aún está lejos de las pruebas en humanos o animales. Por ahora, los investigadores lo prueban en un estómago artificial fabricado de silicona.
Rus explicó que una de las misiones más importantes del robot es que podría salvar la vida de los niños que se tragan esas pequeñas baterías en forma de disco. En caso de ingesta, la batería puede quemar rápidamente el tracto estomacal y puede ser fatal.
Los robots serían capaces de buscar y atrapar la batería antes de que cause demasiado daño, arrastrarla por el tracto intestinal y sacarla del cuerpo.
El marco del robot es flexible y biodegradable porque está hecho del mismo material que las envolturas de las salchichas. Los investigadores recorrieron mercados en el Barrio Chino de Boston antes de hallar un material para construir un robot ágil que pudiera disolverse una vez concluida su misión.
«Lo intentaron también con papel de arroz, papel de azúcar y de hidrogel, todo tipo de materiales diversos», agregó la profesora del MIT. «Hallamos que la envoltura de salchicha tiene las mejores propiedades cuando se trata de doblarse y desdoblarse y para controlarla».
Incrustado en este cuerpo carnoso —que no sería difícil fabricar también una versión kosher, de acuerdo con Rus— está un imán de neodimio que se asemeja a un diminuto cubo de metal.
Fuerzas magnéticas controlan sus movimientos para dirigirlos a un lugar preciso. Los investigadores usan palancas de videojuego para cambiar el campo magnético y permitir al robot deslizarse y avanzar por el estómago en busca del objeto que está tratando de recuperar o la herida donde debe aplicar medicamento.
Steven Guitron, graduado de ingeniería mecánica del MIT y quien forma parte del equipo investigador, asegura que no duele tragarse al robot y que en cualquier caso «sería como tragarse un cubo de hielo por accidente».
El equipo del MIT tiene una patente pendiente y presentó su investigación en una conferencia de robots en Suecia hace unos meses. Rus dijo que empresas médicas han manifestado interés en sus aplicaciones clínicas, las cuales deben pasar antes por un proceso de regulación.