Israel: la tierra prometida para la tecnología y la innovación

En un libro de viajes publicado en 1870, Mark Twain describía el paisaje de Israel como «un lugar desolado… una extensión silenciosa y triste». Pero si hoy en día el escritor estadounidense viajara de nuevo al país, al llegar al aeropuerto Ben Gurion, en Tel Aviv, enseguida se encontraría con un panorama bien distinto. En uno de los pasillos principales, una colección de 60 pósters conmemoran los últimos avances científicos y tecnológicos incubados en el país. Entre ellos está el primer microprocesador para ordenadores, el primer «pen-drive» o una nueva terapia para luchar contra el cáncer de próstata basada en la luz infrarroja.

Al salir a la calle, el escritor se encontraría un país colonizado por la mayoría de las multinacionales más potentes del globo y repleto de empresas tecnológicas emergentes, las llamadas startups. De hecho, su capital, Tel Aviv, es el segundo lugar con más startups del mundo, solo por detrás de Silicon Valley. Israel, con sus apenas ocho millones de habitantes y una extensión similar a la de la Comunidad Valenciana, es el país con mayor inversión en capital de riesgo (aquel que se invierte en empresas emergentes) per cápita, el segundo país con más empresas en el Nasdaq, después de China, y el quinto país más innovador, según Bloomberg. Por algún extraño motivo, en definitiva, un país de tan solo 70 años de edad, y que ha sufrido ocho grandes guerras en su vida, se ha convertido en la tierra prometida de la innovación.

«El origen de este fenómeno está en un círculo virtuoso de varios elementos», ha explicado Gonzalo Martínez, responsable de la inversión en Israel del Grupo Samsung y experto en el sector tecnológico y en capital de riesgo. Tal como añade, el secreto es que «en Israel hay universidades muy buenas que compiten a nivel mundial» y también una gran capacidad para licenciar patentes. Es el caso de la Universidad de Tel Aviv o de instituciones como el Instituto Weizmann o el Technion.

Pero lo que hace a Israel diferente es, en opinión de Martínez, el «elemento cultural»: «La madre judía siempre ha querido que su hijo fuera abogado o médico. Pero hoy en día el deporte nacional es crear una startup».