El 6 de mayo de 2007 un total de 18 mil personas posaron desnudas para una instalación masiva de Spencer Tunick en el Zócalo de la Ciudad de México (CDMX) e hicieron historia.
La cifra de participantes sueperó por mucho el récord del propio artista neoyorquino, quien hasta ese momento había trabajado con 7 mil personas.
A una década de distancia, inmerso en un mundo mediático de fotografía digital en el que las cosas pierden vigencia con mucha rapidez, Tunick reflexiona para La Jornada sobre ese momento que, a pesar de ser efímero, le tiene gran cariño, así como «el arte que creé esa mañana fría de primavera».
En entrevista expresa que 2007 fue su año más prolífico: «Desde la CDMX hasta los glaciares de Suiza, los canales de Ámsterdam y una instalación en la Feria de Arte Miami Basel, fotografié más de 22 mil personas». Durante la instalación en el Zócalo, su hija estaba hospitalizada para una punción espinal, de allí que estuvo bajo mucha presión.
Tunick, quien suele pasar el verano en San Miguel de Allende, dice que todavía se encuentra con muchas personas que posaron para él. Desde 2007, no ha experimentado un año tan productivo en lo artístico y personal, aunque 2016 se convirtió en un viaje semejante, en «una rueda de la fortuna», con instalaciones en Colombia para promover el tratado de paz, una acción en contra de «la retórica represiva republicana hacia las mujeres y los inmigrantes».
También realizó obras en el mar Muerto para llamar la atención sobre la «pérdida de agua y los peligrosos cenotes», a la vez que trabajó en la ciudad inglesa de Hull, donde exploró los colores del mar sobre el cuerpo humano, y su propuesta más reciente titulada Inversión, desarrollada en el Festival de La Calaca, en las afueras de San Miguel de Allende, para la que contó con el apoyo de su amigo Javier González.
Precisamente, el 19 de agosto Spencer Tunick, como es su costumbre, entregará copias de la sesión a los participantes a cambio de haber posado.
Según el artista las personas no posan nada más porque sí: «Necesitan sentirse apreciadas, así que la entrega de una obra de arte es la manera en que lo hago. En lo que respecta a mis obras en San Miguel de Allende suelo imprimir las fotografías en un laboratorio local de Fujicolor, dedicado a retratistas de bodas y pasaportes. La impresora me conoce así que me siento junto a ella mientras trabaja. En esencia superviso la impresión, muy parecida como en un laboratorio sofisticado de Nueva York. Ja ja. A veces debo esperar, así que mientras las copias salen de la máquina, me dirijo a San Agustín para comer un churro».
¿A qué se debe que tantas personas hayan posado para Tunick en el Zócalo? “Es algo que me han preguntado muchas veces alrededor del mundo. En 2001 hice un trabajo en Sao Paulo, Brasil, que tiene una población similar a la CDMX. No obstante, sólo mil personas posaron. Allí sentí que la población masculina era muy represiva hacia el cuerpo desnudo, en especial el de la mujer.
“Percibí fue una cultura orientada hacia el hombre dentro de la ciudad donde el espíritu de la mujer era reprimida por el dominio masculino. Sin embargo, en la CDMX sentí que la mujer tenía más libertad para expresarse y estar desnuda en el arte sin represión.
«También sentí que tanto las mujeres como los hombres utilizaron mi trabajo no sólo para hacer una obra de arte vivo, sino para enviar un mensaje al gobierno en el sentido que ellos son los responsables de sus propios cuerpos. Qué éstos no son propiedad del gobierno.»
De acuerdo con Tunick “los mexicanos poseen una conexión más cercana al arte que cualquier otra cultura que he experimentado. Eso resulta evidente de manera muy pública en la medida en que las semejanzas de los artistas son reproducidas en los billetes. Un respeto para los artistas y sus intenciones forma parte de la sociedad mexicana.
«Hay un espíritu libre e inventivo que siento de parte de los participantes en mis instalaciones. Un espíritu que es fuerte e independiente, no obstante capaz de unirse colectivamente para un bien mayor. Y si ese bien es arte, entonces a eso se debe a que mi trabajo fue tan exitoso.»
Para Spencer Tunick, México está lleno de «muchas, muchas, muchas personas buenas. Ciudadanos amables, poderosos y progresivos».
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