Debido a que más de la mitad de la población del mundo ya vive en ciudades, el fenómeno de siembra y consumo de alimentos en terrazas patios y jardines crece aceleradamente y para este 2017 ya se calcula que 800 millones de personas practican algún tipo de agricultura urbana, informó la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO por sus siglas en inglés). Sin embargo, la misma FAO afirma que esta actividad la realizan los ciudadanos sin ayuda de los gobiernos porque es “oficialmente invisible”.
En México, la Facultad de Ingeniería y la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) impulsan investigaciones para la producción de alimentos en proyectos al interior y en las orillas de las ciudades como La Milpa Sustentable, que es una idea que trabaja con plantas en bolsas de plástico y permite cosechar hasta 20 kilogramos de elote por semana, en un espacio de 250 metros cuadrados.
Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la siembra en terrazas y patios de ciudades puede ser hasta 15 veces más productiva que en fincas rurales por el mejor aprovechamiento de la poca tierra fértil y agua de la que se dispone. Ese organismo multinacional calcula que en pocas décadas la agricultura urbana podría aportar la quinta parte de los vegetales comestibles del planeta.
Una de las ventajas de este tipo de sistemas es el hecho de que se reduce el tiempo de traslado, el costo de flete y la huella de carbono que se generan al trasladar el alimento desde el campo hasta la ciudad. Pero una de las desventajas, que hay que vigilar y evitar, es que en la agricultura urbana, las plantas también están expuestas a crecer con la contaminación del agua, suelo y aire que caracterizan a las metrópolis y, por lo tanto, podrían afectar indirectamente a la salud de las personas, como explicó Claudia Ponce de León, profesora e investigadora de la Facultad de Ciencias de la UNAM.
En ciudades como Chicago, Estados Unidos; Quito, Ecuador; Caracas, Venezuela; Madrid, España y en la Ciudad de México, muchos terrenos baldíos en la periferia o dentro de las zonas habitadas han comenzado a ser usados como espacio fértil para la siembra de alimentos.
La FAO estima que, a pesar de que casi 800 millones de personas realizan algún tipo de agricultura urbana, estas actividades no tienen reconocimiento en las políticas agrícolas y la planificación urbana. Los productores operan a menudo sin permisos.
“Dado que oficialmente es ‘invisible’, el sector no recibe asistencia o supervisión pública en muchas ciudades. La agricultura urbana conlleva riesgos para la salud y el medio ambiente: olores y contaminación acústica, o el uso inadecuado de pesticidas y abonos orgánicos en bruto que puede filtrarse a las fuentes de agua. Sin embargo, las aguas residuales —si se tratan adecuadamente para su reutilización agrícola— pueden ser ideales para este tipo de agricultura”, sostiene la FAO.
“La agricultura urbana tiene diferentes volúmenes. Más que ser una actividad económica se trata de un apoyo para la alimentación familiar y, cuando se suman muchos casos, es un apoyo para la seguridad alimentaria de la sociedad. Hay quienes cultivan hortalizas y otros sólo cultivan hierbas aromáticas, pero la suma de todo ya ha hecho que la FAO la considere un factor importante para la seguridad alimentaria mundial” concluyó la profesora Claudia Ponce de León, de la Facultad de Ciencias de la UNAM.