El tenor Javier Camarena y el director Enrique Arturo Diemecke se presentaron por primera vez juntos en el Teatro Colón de Buenos Aires y fueron ovacionados en una noche en que el talento mexicano se apropió de uno de los escenarios líricos más importantes del mundo.
En un concierto que exaltó las emociones, Camarena debutó en el prestigioso teatro cobijado por Diemecke, el director de la Orquesta Sinfónica de Buenos Aires, nacido en la Ciudad de México, que, al final, no pudo evitar las lágrimas.
Al presentarse ante el público que colmó la sala, el tenor veracruzano reconoció que tenía que “bajar el nervio y la emoción, estoy feliz, agradecido”, y saludó a quienes seguirían la histórica presentación a través de internet.
Con el cabello recién cortado y la barba y bigote prolijos, frac negro y zapatos de charol a tono, Camarena se posó en el centro del escenario, suspiró y sonrió antes de comenzar con la interpretación de “Ah! lève-toi, soleil”, de la ópera “Romeo y Julieta” de Charles Gound.
A su lado y de espaldas, Diemecke dirigía con sus manos y sin batuta a la Filarmónica, al tiempo que volteaba a mirar atento a su compatriota invitado para cuidarlo y acompañarlo durante la presentación y aplaudirlo al término de cada fragmento de óperas del variado repertorio que presentaron.
“Je crois entendre encore”, de “Los pescadores de perlas”, de Georges Bizet; “Si, ritrovarta io giuro”, de “La cenicienta”, de Gioachino Rossini; y “Ah! mes amis!… Pour mon âme”, de “La hija del regimiento”, de Gaetano Donizzeti, completaron la primera parte del espectáculo.
Después del intermedio, Camarena volvió al escenario más relajado, sin dejar de sonreír y de moverse al ritmo de la música.
Al terminar “Tombe degli avi miei… Fra poco a me ricovero”, de “Lucia di Lammermoor”, y “Povero Ernesto… Cercherò lontana terra” de “Don Pasquale”, ambas óperas de Donizetti, Camarena abandonó unos segundos el escenario.
“Va por el tequila, hay para todos”, bromeó entonces Diemecke con el público que rió y que alargó cada vez más las ovaciones.
El programa oficial terminó con “Lunge da lei… De’miei bollenti spiriti”, de “La Traviata”, y “La donna è mobile”, de «Rigoletto», óperas de Giuseppe Verdi, pero la gente no dejó partir al tenor mexicano que no dejaba de musitar “gracias, gracias” mientras hacía una reverencia y se tocaba el corazón con ambas manos.
“No puedo decir con palabras la sensaciones que tengo ahora. Gracias por el cariño, el aprecio y el valor que se tiene a nuestro trabajo. Hoy más que nunca estoy seguro de que la música, la cultura y la eduación son herramientas que necesista el mundo para salir adelante. La música puede hermanarnos siempre”, explicó.
Ante el pedido de bises por parte del público argentino, internacionalmente conocido por su exigencia y entrega con artistas nacionales y extranjeros, Camarena interpretó el bolero mexicano “Alma mía”, de María Grever, que, según recordó Diemecke, la argentina Libertad Lamarque hizo famoso en México.
Luego vino “Granada”, un clásico del cantautor mexicano Agustín Lara y en el que Camarena invitó a todos a corear el “olé”, y bromeó con un “a ver si se la saben” antes de interpretar el tango “El día que me quieras” y terminar, ahora sí, un concierto que quedará en la historia en ambos países.