La visión distópica que enfrentó a una sociedad capitalista, violenta y desigual en la década de los 60 y 70, hoy se traduce en voces rebeldes de creadores como Santiago Sierra, Yoshua Okon, Sarah Minter, María Pratts, Jota Izquierdo. Una generación que retoma el lema “No hay futuro” de la banda londinense Sex Pistols.
Esa insurrección hecha video, fotografía, collage, pintura, objeto e instalación asalta el Museo Universitario del Chopo. “Punk. Sus rastros en el arte contemporáneo” es la colectiva que lleva el pensamiento distópico al recinto. Una propuesta curatorial de David G. Torres sobre la herencia del punk en la estética actual. Más de cuatro décadas después de que el movimiento musical explotara en capitales como Londres.
Para Torres hay dos maneras de entender el punk. Primero, sólo como un movimiento musical de protesta que de Londres se exportó a casi todo el mundo; desde México y Chile pasando por Estados Unidos y hasta Turquía. Una propuesta sonora que en su momento incomodó a las instituciones. Y la segunda es como una actitud. El adjetivo de una visión sobre el mundo. Una perspectiva radical. Y esa es la que adoptó el arte.
Ajena a una revisión histórica, la exposición plantea que la actitud crítica, subversiva y revolucionaria contra el sistema en el arte contemporáneo tiene sus raíces en el punk; a su vez éste recogió esa visión anarquista del dadaismo y el situacionismo. Una sucesión de inconformidad. Y si Patti Smith en Nueva York, Johnny Rotten en Londres o Bikini Kill en Washington reclamaron un futuro; creadores como Jordi Colomer, Jota Izquierdo o Itziar Okariz también demandan uno. El punk llevó el caos de la subcultura al escenario, y los artistas la crisis de la sociedad contemporánea al museo.
La exposición responde que buena parte del trabajo de los artistas actuales repiten algunas de las estrategias que llevó el punk. Desde ataques directos a la sociedad de consumo en las que vivimos, a los medios de comunicación, hasta la reivindicación de una sexualidad múltiple, abierta y sin represión; el reclamo de una condición de individuo no alienado en una sociedad que tiende a cohesionarnos, una crítica a una violencia que tiene que ver con las formas de modelos capitalistas.
También hay referencias explícitas al movimiento musical al retomar iconos, su tipografía, estrategias como el cambio de sentido, del significado de algunos elementos de la sociedad capitalista”, explicó en entrevista de la muestra que se exhibió primero en Centro de Arte Dos de Mayo de Madrid y en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona.
Esos ideales refieren preceptos como “hazlo tú mismo”, una filosofía de independencia; la valorización de lo que sale de la norma; el nihilismo y la crítica al sistema económico, y la reclamación de la libertad sexual y el cuerpo como lugar de batalla, apuntó el curador.
Entonces para protestar es suficiente el sonido del tambor que una mujer toca en las calles de grandes ciudades. Lo hace mientras recorre el vecindario en automóvil; sobre él lleva un anuncio de estética publicitaria con la frase No Future. Se trata de la acción, registrada en video, de Jordi Colomer. Un acto impetuoso en un entorno silenciado no tan diferente al recorrido que Santiago Sierra hizo por centros financieros y zonas industriales con la palabra NO en tamaño monumental. Un reproche al mundo político y económico.
A manera de respuesta poética, el colectivo TRES presenta No estoy muerto, serie fotográfica donde uno de los artistas se tira a la calle con el rostro cubierto, y finge estar muerto. La gente lo mira indiferente. Algunos ni siquiera perciben el cuerpo. Y desde el feminismo, el reproche más rotundo lo hace la artista Itziar Okariz con el performance To pee in public or private spaces, una alegoría de la actitud rebelde de la mujer en su lucha. Un paralelismo con las imágenes agresivas del movimiento Riot Grrrl.
En el México actual la actitud más punk es tal vez el comercio ilegal. La producción de discos compactos en Tepito para vender en los vagones del Metro. Esa cadena de ilegalidad en estado puro. Fuente de empleo para cientos de personas, y un fracaso del sistema de derechos de autor. Un fenómeno de la subcultura registrado en Capitalismo amarillo, de Jota Izquierdo. La pieza es un tapiz de discos “pirata” envueltos en fotocopias de color a manera de carátulas que enmarcan mochilas parlantes; de las que los vagoneros usan a diario en una actitud rebelde a la economía formal.
En cada país el punk se manifiesta en sus propias idiosincrasias. En México existió el movimiento musical muy fuerte que estuvo marcado por la proximidad con Estados Unidos y la presencia de la violencia. Hoy esa actitud tiene otros aspectos políticos, sexuales, económicos. Me parece que repetimos las mismas circunstancias de crisis del siglo XX en el XXI y eso da espacio a esa actitud punk”.