Julia López, quien fascinó e inspiró en un momento emblemático del arte mexicano en el siglo XX, se muestra como “Dueña de la luz”, exposición que el día 12 será inaugurada en la Casa del Virrey de Mendoza, en el centro histórico de Tlalpan.
Sus lienzos con figuras de piel oscura y festivas pinturas con el color de la Costa Chica de Guerrero renacen desde la memoria de la infancia.
«La gente necesita zumo, incienso para vivir, y eso es lo que yo le doy con mis cuadros», ha declarado la artista autodidacta en sus palabras sencillas. El campo, las flores, los niños, los cerros, los perros, los gatos y los árboles han hecho germinar su inspiración.
Casi un centenar de piezas se exhibirán en la antigua finca que recibió al virrey Antonio de Mendoza en su descanso, espacio recuperado por vecinos para defender el patrimonio histórico y difundir el arte.
En los salones del edificio se reúnen retratos de Julia, «la musa de ébano», que le hicieron maestros como Francisco Corzas, Lauro López y Francisco Zúñiga, así como obra de la época temprana de la artista guerrerense y pinturas recientes. Acompañará al visitante una línea del tiempo que guía por las creaciones de evocación del trópico, acompañada por fotografías.
Residente en Tlalpan, la octogenaria pintora continúa trabajando en su taller a unas cuadras del recinto histórico, activa en su labor, y asistirá a este homenaje que le ofrece el Grupo Tequio por sugerencia de la artista Ilse Gradwohl, una de las integrantes del conglomerado de artistas e intelectuales encabezados por el periodista Carlos Payán.
El colorido que caracteriza su recorrido pictórico inunda de luz con las evocaciones de la tierra que la vio nacer y que rememora con el pincel sus años de niña, entre sembradíos de algodón y chile, rodeada de palmares de coco y la frescura del agua de cántaro del río Santa Catarina. Los vestigios han dado luz a mujeres morenas en danzas etéreas, flores de jazmín y tulipán, que se unen a la brisa nocturna del trópico.