El Museo de Sitio de Tehuacán abrió ayer al público y ofrece más de 80 piezas extraídas de las 126 hectáreas que comprende la zona arqueológica donde se asentó la cultura nguiwa o popoloca.
Durante la apertura, el antropólogo Diego Prieto Hernández, encargado de la Dirección General del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), destacó que este espacio alberga una rica colección de piezas arqueológicas y elementos audiovisuales, con los cuales revela al visitante la que fue, en la época prehispánica, la ciudad más importante del oriente del actual estado de Puebla: Ndachjian, más conocida como Tehuacán Viejo.
En la apertura del recinto estuvo el gobernador de Puebla, Rafael Moreno Valle, cuyo gobierno entregó recursos para su edificación y la museografía estuvo a cargo de la Coordinación Nacional de Museos y Exposiciones del INAH.
La apertura, dijo Diego Prieto, es también un reconocimiento al trabajo de más dos décadas encabezado por la arqueóloga Noemí Castillo Tejeda, investigadora emérita del INAH, en el estudio y puesta en valor de Tehuacán Viejo —sitio del que se han explorado sólo 16 de las 126 hectáreas que comprende su poligonal—.
Además, Diego Prieto destacó la importancia de esta región como espacio geográfico fundamental en la domesticación de diversas plantas, entre ellas el maíz, lo cual también representó el embrión para el desarrollo de grupos humanos. Es por ello que el INAH es uno de los organismos federales que impulsa la inscripción de la Reserva Tehuacán-Cuicatlán como Patrimonio Mixto, en la Lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO.
El Museo de Sitio de Tehuacán, agregó, es la introducción al conocimiento de esta zona arqueológica que fue considerada el centro de culto y cabecera política más importante de la región durante el periodo Posclásico, de manera que la arquitectura de Ndachjian o Tehuacán data del año 1000 d.C. al 1456 d.C., aproximadamente.
Añadió que el museo tiene un sentido educativo, social y un potencial turístico. “Es una experiencia de memoria que nos muestra la profundidad de nuestro pasado, un lugar donde los habitantes de la región oriente de Puebla puede establecer lazos con los pobladores de otros tiempos”, en este caso el grupo nguiwa que estableció este asentamiento alrededor del siglo IX d.C.
Las más de 80 piezas arqueológicas que se exhiben en el espacio —continuó— permiten acceder a las formas de vida y los medios que los popolocas idearon para su subsistencia, por ejemplo, debido al clima árido construyeron un complejo sistema hidráulico para el control de agua pluvial. El Museo de Sitio de Tehuacán se vale de cédulas, planos y animaciones 3D para abordar la planeación arquitectónica y el simbolismo religioso de la ciudad.
Entre la selección de más de 80 piezas arqueológicas —que incluye esculturas monumentales en piedra y barro, así como vasijas, figurillas y lítica—, sobresalen deidades cosmogónicas y la decoración tipo códice de las figuras. Asimismo, la producción de cerámica local y de importación marca las rutas de comercio e intercambio de la urbe, que iban de los Valles Centrales de Oaxaca al Altiplano, y del Golfo de México a la región Puebla-Tlaxcala.
Destacan también figuras de barro denominadas “xantiles” que son especialmente representativas de la región y que muestran a diferentes dioses en posición sedente y con los brazos cruzados: Xipe Tótec, Xochiquétzal, Xochipilli y Quetzalcóatl, con aplicaciones de pintura que se ha conservado hasta nuestros días. Estas representaciones fueron detectadas en el área de élite (palacios) donde habitaban los dignatarios.
La arqueóloga Noemí Castillo detalló que esta ciudad floreció desde el año 1000 hasta 1456, cuando los mexica-tenochcas conquistaron a los popolocas y les obligaron a abandonar la ciudad, para sentarse muy cerca, en el paraje llamado Calcahualco, sitio en el que los encontraron los conquistadores españoles.