El pintor oaxaqueño Rufino Tamayo, conocido a nivel popular por su empleo encendido del color, quien donó sus colecciones prehispánica e internacional al pueblo de México, y es un favorito del mercado del arte, cuyo nombre lleva una bienal de pintura, falleció un 24 de junio hace cinco lustros.
La Secretaría de Cultura, por conducto del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), ha organizado una serie de actividades conmemorativas que se iniciaron ayer a las 19 horas, en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, con la conversación Entre el arte y la filantropía, encabezada por la historiadora del arte Ana María Torres, quien realizó una tesis sobre el nacionalismo en la obra de Tamayo; Ingrid Suckaer, investigadora y autora de la única biografía del homenajeado, y Juan Carlos Pereda, especialista de la obra del artista oaxaqueño.
Suckaer hablará sobre Tamayo como filántropo. En entrevista, expresa: “todavía no se conoce a fondo la calidad de persona que fue Tamayo. Tengo la impresión de que muchas veces se habla, en el caso de otros artistas, de su filantropía, pero en el de Tamayo menos, porque él no quiso.
«Me parece necesario ahora que ya no está dar a conocer sus actividades filantrópicas.»
Con su esposa Olga Flores Rivas, don Rufino fundó dos asilos para ancianos, uno en Cuernavaca, Morelos, donde tenía una casa de verano, y otro en Oaxaca de Juárez, su ciudad natal. Ambos funcionan porque los Tamayo «dejaron todo preparado para que se mantuvieran y no fueran obras que al paso de pocos años tuvieran que cerrar por falta de dinero», señala Ingrid Suckaer.
La investigadora explica que cuando Rufino Tamayo empezó a ser un hombre pudiente económicamente, de inmediato se volcó hacia la filantropía: “Empezó a apoyar a estudiantes de la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP), de la Universidad Nacional Autónoma de México, a quienes becó. Donó pupitres, instrumentos musicales y hasta pianos a escuelas primarias, por ejemplo. No eran cosas pasajeras, sino algo fuerte en cuanto a infraestructura.
«Ayudó también a una colonia popular en las afueras de la Ciudad de México. Eso fue debido a que, literalmente, iban a tocar la puerta (de su casa, en la calle Santísima, en San Ángel) a pedir ayuda, y él la daba.»
Pero, ¿qué tan conocido es Tamayo hoy día entre las jóvenes generaciones?
Suckaer contesta: «Tengo la impresión de que al menos para los estudiantes de pintura de la ENAP sí es un artista conocido; es alguien a quien los pintores admiran por sus cualidades artísticas. Entonces, a lo largo de estos 25 años, aunque no ha habido tanta constancia de exposiciones de Tamayo, sí hay información entre los jóvenes y existe una conciencia de su relevancia como artista».