Un encuentro emotivo para celebrar la vida y obra de Ignacio Padilla, y la pasión compartida con sus amigos y lectores por Miguel de Cervantes Saavedra, se realizó en homenaje al narrador y ensayista recién fallecido, en el 44 Festival Internacional Cervantino (FIC).
Jorge Volpi, director del FIC, los escritores Gerardo Kleinburg y Fernando Iwasaki, y Onofre Sánchez, titular del Museo Iconográfico del Quijote, realizaron frente a familiares de Padilla un recuento de sus relaciones afectivas y de trabajo con el narrador, y analizaron su acercamiento con el dramaturgo español, en la Universidad de Guanajuato.
Volpi recordó que con Nacho tuvo una profunda amistad, casi una hermandad, que data de hace 31 años. Reconoció que «se fascinó absolutamente con Cervantes», de una manera que los asocia en su memoria. El Quijote o cualquier otro texto del español «no podría leerlo de otra manera a como lo leería Nacho».
Añadió que “él tenía una identificación con Cervantes y una distinta con El Quijote”: quería ser realmente dramaturgo como el autor español, con quien también compartía una «ambición absoluta frente a lo literario».
Por otro lado, “Alonso Quijano lee novelas de caballerías y decide que la realidad es insoportable y que necesita una realidad paralela, en la que va a vivir. Nacho también era así. Probablemente no enloqueció leyendo libros de caballerías, sino que enloqueció leyendo El Quijote, a Borges, a García Márquez, los centros de su mundo imaginario. Como pasa con todos los escritores, que a fuerza de estar leyendo libros enloquecemos creyendo que vale la pena que escribamos otros.
«Nacho necesitaba vivir esos mundos imaginarios tanto como escribirlos. Volverlos más reales que la realidad. Eso es lo que le da esa coherencia y esa fuerza a esos mundos imaginarios de Nacho: la necesidad de vivirlos.»
Por su parte, Onofre Sánchez mencionó la participación “interesante, intensa y cervantina, en el recinto que dirige con Padilla como muchas publicaciones especializadas y actividades académicas a lo largo de años. Además, «Nacho siempre venía a conversar y a disfrutar lo cervantino de Guanajuato».
Destacó también el tono irónico de Padilla sobre los distintos acercamientos a Cervantes que prevalecen en la actualidad, que se puede concentrar en la frase “se habla mucho de El Quijote, pero se ha leído poco”.
El escritor peruano Fernando Iwasaki mencionó que Nacho tenía amigos en todo el mundo y se le podía encontrar en ciudades como París, Santiago, Londres y Barcelona. Ahí, hablaban de la familia, más que de los libros que estaban escribiendo.
A la vista de los deudos de Padilla, dijo: «Cuando uno tiene la oportunidad de conocer a la familia de alguien a quien uno ha leído, ha querido y admirado tanto, se da cuenta de que toda esa literatura extraordinaria era el reflejo de las personas que ha querido. Nacho disfrutaba intensamente de hablar de su familia y de la mujer que quería».
En tanto, Gerardo Kleinburg resumió el carácter de Nacho, a quien conoció en la infancia, y en quien reconoce cualidades de un niño: ternura, curiosidad, que a veces llegaba a la impertinencia, y animismo, todas vertidas a su producción literaria de manera que lo convertían en extraordinario. En suma, lo definió como un «fantástico curioso impertinente».
Mencionó, también, que Ignacio Padilla se identifica con el Quijote en «la excentricidad, el saberse fuera de ese centro en todos sentidos. Nacho escribía de manera muy particular. No me parece que pueda asociarse su escritura con ningún otro escritor. La manera en que se acerca a Cervantes es siempre desde fuera, lo dice él mismo, desde Shakespeare, desde las islas británicas, literaria y geográficamente. Por la locura, por lo demoniaco, también, pero creo que en ese sentirse fuera de, cerca de, pero no dentro».
Con emoción trajo a cuento el día en que le dieron la noticia del fallecimiento de su amigo. Recordó su pregunta «¿Qué Nacho?» En el homenaje, concluyó que sólo un Nacho murió ese 20 de agosto.
Cerró su participación parafraseando a Cortázar: «Queremos tanto a Nacho».