“No es aceptable que haya personas que mueran cruzando el mar (…) Mi trabajo no cambia las cosas, sino que abre espacio a un grito de ayuda y de conciencia”, dice el cineasta italiano Gianfranco Rosi, a propósito de su impactante documental Fuocoammare, radiografía sobre la migración en Italia, que llega a las salas de cine nacionales un año después de haber recibido el Oso de Oro del Festival Internacional de Cine de Berlín.
La presidenta del jurado, Meryl Streep, quien dijo ver en la película “una posición política, pero también arte y matices”, al mostrar una impactante unión de dos mundos en la isla de Lampedusa: Por un lado el de la marina italiana que rescata diariamente botes llenos de personas, y por otro la de Samuele, un niño, hijo de una familia de marineros que al salir de la escuela juega con su amigo a hacer la guerra y está empeñado en cazar pájaros con su resortera. El cineasta juega con la paradoja de un niño que desea salir de una isla a la que miles de personas ansían llegar.
La isla de Lampetusa desde 1990 se ha convertido en un lugar de desembarco de inmigrantes ilegales procedentes de tierras africanas. En poco más de 20 años, cerca de 20 mil personas han muerto durante la travesía para alcanzar lo que supone una vía de entrada a Europa.
“Mi documental es el inicio de algo, sobrevuela un mar que servía como frontera y a la vez camino, no quiere narrar la complejidad de lo que está sucediendo sino ahondar en el dolor. Es intolerable que siga muriendo gente. Otra cosa es reflejar el fenómeno de la inmigración, algo demasiado complicado para mostrar en la pantalla”, dijo el cineasta Gianfranco Rosi, quien también en el 2013 ganó el León de Oro de Venecia por su retrato humanista y humorista sobre los marginados de Roma, en su filme Sacro GRA.
“Después del Holocausto, ésta es una de las tragedias más grandes que estamos viviendo. Por primera vez en la historia somos testigos de una catástrofe humanitaria. Cuando mueren personas delante de nuestros ojos, no deberíamos alejar la mirada (…) Es una de las atrocidades de las más grandes que ha visto la humanidad y esa barbaridad está ocurriendo ante nuestros ojos”, añadió.
“El mar no es el lugar donde morir. La vida en sí misma ya es un riesgo. Si no pudimos morir en Libia, no podemos morir en el mar”, canta a ritmo de rap un refugiado nigeriano en uno de los momentos más emotivos del filme. Este personaje cuenta cómo muchos de sus compañeros de viaje se quedaron en el camino: “En el Parlamento Europeo se proyectó Fuoccoamare, y aunque sé que el cine no cambia el curso de la historia sí pensaba que podía alterar conciencias. Me tiene mucho más que molesto la indiferencia que hay sobre el tema”, dijo Gianfranco Rosi.
En el filme, dentro de las historias y testimonios que se presentan también figura el caso del médico Pietro Bartolo, quien es capaz de conmover con los casos que narra, pues la situación le parece tan desoladora que incluso ya se denomina que ha pasado a ser un “médico de guerra”.
“Desde 1991, desde el primer bote que llegó, he visto demasiados niños muertos, mujeres que fueron violadas, decenas de cadáveres escondidos en una bodega del bote, sangre. A menudo me vienen pesadillas. Se me hace un agujero en el estómago hablar de ello, pero a la vez sé que tengo que hablar. Por eso espero que esta película sensibilice. Que alguien que pueda hacer algo más que nosotros, lo haga”, dijo Pietro Bartolo durante la presentación del filme en Berlín.
“Cuando le pregunté (a Pietro Bartolo) por qué Lampedusa es un lugar tan generoso, me respondió que es una isla de pescadores y que los pescadores siempre aceptan todo lo que llega por el mar. Ésa es una gran lección que aprender”, destacó el cineasta italiano.
El nombre Fuocoammare tiene dos vertientes en el filme, por un lado lo explica la abuela del niño Samuele en una de las historias que le cuenta pues su traducción es Fuego en el mar: “Durante la guerra (Segunda Guerra Mundial) los hombres tenían miedo a salir a pescar en la noche. El mar se ponía rojo”, le dice la señora en la película, mientras que también se debe al nombre de una canción siciliana que el locutor de radio de la isla les dedica a menudo a los pescadores.
“Los datos varían cada día sobre el fenómeno de migración. Como cineasta no te puedes atar a los acontecimientos históricos, sino a las emociones. Cuando pase el tiempo, mutará la historia, y en cambio la verdad de Fuocoammare seguirá ahí. Los muertos de las barcas nunca morirán. Creo que me acerco más a la poesía en mi cine porque busco la construcción de espacios de silencio entre notas”, enfatizó el cineasta.
Con ese elemento poético coincidió el crítico de cine Vincent Thabourey luego de ver el filme, “la poesía aquí es un arma política. Fuocoammare: Fuego en el mar nos trastorna y nos conmueve. Sin ruido, cosecha con benevolencia una historia extraña y dolorosa que nos concierne a todos, de manera terriblemente íntima”, publicó en la revista Positif, en su edición de octubre 2016.
Luego de pasar su juventud en Italia, Gianfranco Rosi se mudó en 1985 a Nueva York, donde realizó sus estudios en cine. Su primer largometraje, Boatman (1993), fue proyectado en diversos festivales. En 2013 obtuvo el León de Oro a Mejor Película en la Muestra de Venecia por su documental Sacro GRA. Con Fuocoammare ha sido seleccionado para representar a Italia en la categoría de Mejor Película de Lengua Extranjera en la próxima edición de los Premios de la Academia.