Mancha nuestro bigote cuando bebemos una jarra de cerveza y se queda pegada a nuestras manos cuando lavamos los platos. La espuma es un compañero cotidiano, pero en realidad la ciencia aún no la entiende del todo. Aunque está hecha casi por completo de aire, la espuma tiene un comportamiento parecido al de un sólido. En su interior, el gas divide al líquido en una extraña matriz de burbujas cuyas paredes pueden estar endurecidas por proteínas u otras moléculas, según un comunicado de la NASA.
Ahora, los científicos del prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts han tratado de aprovecharse de las extrañas propiedades de la espuma. Y, tal como han publicado este martes en la revista «Physics of Fluids», lo han logrado después descubrir que un efecto que se observa en otros lugares de la naturaleza también está presente en la espuma. Se trata de la capilaridad, una propiedad por la que un líquido puesto en contacto con un sólido se adhiere a este y sube por el interior de un capilar o un tubo fino. Lo interesante de esto, según los científicos del MIT, es que se puede usar la capilaridad como un «tapón» que evite que los líquidos se derramen.
«Estas fuerzas de capilaridad son pequeñas, pero son muy importantes en cuanto los tamaños o los movimientos también son pequeños», ha explicado Pierre-Thomas Brun, matemático del MIT y primer autor del estudio.
A pesar de esta pequeña escala, los investigadores creen que la capilaridad de la espuma se podría usar para evitar que los líquidos se derramaran o se movieran en el interior de grandes recipientes, como puede serlo el delicado tanque de combustible de un cohete o el enorme depósito de diésel de un mercante, en los que los movimientos del líquido pueden llegar a desestabilizar a un vehículo con temibles consecuencias.