Para poder conciliar el sueño cada noche es importante un ambiente adecuado que lo favorezca, mantener horarios regulares, acostándose y levantándose siempre a la misma hora, evitar ruidos, o incluso realizar una serie de pautas fijas antes de ir a la cama, como escuchar música tranquila, lavarse los dientes, una ducha templada u otros comportamientos que nos preparan para dormir.
Por el contrario, otras conductas, como estar pendientes de los mensajes del móvil, la tablet o cualquier otra actividad excitante, disminuyen las ganas de dormir. Un trabajo publicado en la revista Nature Neuroscience explica el mecanismo por el que estas actividades, facilitan o impiden el sueño, respectivamente.
Un equipo de investigadores de la Universidad de Stanford, liderado por el español Luis de Lecea, ha identificado el circuito cerebral que nos prepara para dormir y que es indispensable para regular el ciclo sueño-vigilia. Ese circuito es también un componente clave del sistema de recompensa del cerebro, que promueve comportamientos esenciales para la supervivencia y la reproducción.
Parece obvio que el sistema de recompensa, que nos dirige a objetivos como huir de lo que resulta peligroso y buscar aquello que nos asegura la supervivencia y nos proporciona bienestar, tiene que estar coordinado con el ciclo sueño-vigilia. Y es que el funcionamiento de ambos sistemas está interconectado. No podemos alimentarnos mientras dormimos, a menos que seamos sonámbulos, nos resulta más fácil salir de la cama cuando tenemos un prometedor día por delante o, por el contrario pereceamos cuando tenemos que enfrentarnos a una jornada difícil. Sin embargo, hasta ahora no se había hallado la zona del cerebro donde se produce la integración entre ambos sistemas. Y eso es precisamente lo que ha logrado el equipo de Lecea.
En realidad lo han identificado en ratones, pero De Lecea cree que probablemente exista también en humanos: «Este es el primer hallazgo de un lugar en el cerebro donde se inicia la preparación para el sueño. Es probable que los seres humanos tengamos uno también. Si estamos interrumpiendo esta preparación mediante, por ejemplo, leer el correo electrónico o videojuegos, que no sólo emiten luz sino que activan nuestras emociones y ponen el marcha el circuito dopaminérgico del área tegmental ventral (VTA), es fácil entender por qué somos más propensos a tener problemas para conciliar el sueño», explica De Lecea.
Situada en el tronco del encéfalo, el área tegemental ventral es el origen de un grupo de neuronas que producen dopamina y se dirigen al Núcleo Accumbens, el corazón del sistema de recompensa cerebral, implicado en los sentimientos de placer que nos produce lograr algo o simplemente anticiparlo. Y el neurotransmisor dopamina es fundamental en este circuito. Por lo que los científicos de Stanford se preguntaban si la dopamina jugaría un papel fundamental también en el ciclo sueño-vigilia, a pesar de que estudios previos apuntaban todo lo contrario.
Los investigadores utilizaron ratones macho de laboratorio modificados por bioingeniería en los que podían activar de forma remota, suprimir y controlar la actividad de las células nerviosas del área tegmental ventral (ATV) productoras de dopamina de los ratones. Midieron la actividad cerebral de los ratones y su tono muscular para determinar las fases de sueño y vigilia. Además, utilizaron cámaras para ver el comportamiento de los roedores.
En general, la actividad de las células nerviosas productoras de dopamina del ATV se incrementó en la vigilia y se mantuvo elevada mientras los ratones estaban despiertos. Por el contrario, esta actividad disminuía durante la transición vigilia-sueño y se mantiene baja mientras dormían. Además vieron que la activación de estas neuronas fue suficiente para despertar a los animales de un sueño profundo y mantenerlos despiertos durante largos periodos de tiempo, incluso durante el día, cuando los ratones, que son nocturnos, están normalmente dormidos.
En cambio, cuando los científicos suprimieron la actividad en la misma población de células nerviosas durante el período normal de actividad de los ratones, estos se quedaban dormidos incluso en presencia de estímulos que de forma infalible les activan, como una deliciosa comida alta en grasa, la proximidad de una hembra o la orina de zorro, que les provoca una respuesta de miedo.